Ya lo dijo Rafael Gómez Ortega "El Gallo" cuando le presentaron a Don José Ortega y Gasset como "pensador": "Hay gente pa tó"...
Richard investiga la psicología de la emoción, y más concretamente cómo el decir palabrotas puede ayudar a las personas a soportar el dolor y mejorar la fuerza y el rendimiento físico. Su primer libro, titulado "Black Sheep: The Hidden Benefits of Being Bad" ("Oveja negra; los beneficios ocultos de ser malo"), fue el ganador del "Libro del Año" de la Sociedad Británica de Psicología en 2016 en su sección de "Ciencia Popular".
He usado el término "palabrota" (en inglés se usa "swearing"), que la RAE define como "dicho ofensivo, indecente o grosero", pero también podía haber puesto "tacos", "juramentos",... o sea el "j...r" o el "c..o" de toda la vida (y otros muchos más, que si algo tiene el español es abundancia de groserías)
Fue en 2009 cuando Stephens, junto con otros dos colegas, publicó en la revista Neuroreport el artículo titulado "Swearing as a response to pain" ("Decir palabrotas como respuesta al dolor") que le dio a conocer en el mundo académico. Esto decía su "Abstract":
"Aunque es una respuesta común al dolor, no se ha investigado si decir palabrotas altera la experiencia del dolor de las personas. Este estudio investigó si decir palabrotas afecta la tolerancia al dolor por frío (la capacidad de soportar sumergir la mano en agua helada), la percepción del dolor y la frecuencia cardíaca. En un diseño de medidas repetidas, se evaluaron los resultados del dolor en participantes a los que se les pidió que repitieran una palabrota frente a una palabra neutra. Además, se exploraron las diferencias de sexo y los roles de la catastrofización del dolor, el miedo al dolor y la ansiedad rasgo.
![]() |
| El Capitán Haddock y sus originales insultos |
(Nota: la RAE no recoge el término "catastrofización", pero sí se usa habitualmente en Psicología como "aquella distorsión cognitiva que consiste en exagerar y sobredimensionar las consecuencias negativas de una situación, saltando siempre a la peor conclusión posible").
¿Cómo te quedas? O sea que lo de echar una maldición cuando te das un golpe en la mano con el martillo o te caen unas gotas de aceite hirviendo, no es una señal de mala educación, sino "una respuesta de lucha o huida". Había que seguir investigando...
Dos años después, en 2011, Stephens publicó la continuación de su primer artículo. Se titulaba "Swearing as a Response to Pain—Effect of Daily Swearing Frequency ("Decir palabrotas como respuesta al dolor - Efecto de la frecuencia diaria de decir palabrotas").
No me resisto a copiar la descripción del experimento realizado con voluntarios de la Universidad de Keele (eliminando las cuestiones más técnicas):
"Materiales: Se utilizaron dos recipientes con agua a 5°C (fría) y 25°C (temperatura ambiente). Se revisaron y ajustaron las temperaturas según fuera necesario antes de cada prueba. Se evaluó la frecuencia cardíaca con un monitor Polar RS400. Se emplearon el "Cuestionario de Catastrofismo del Dolor", el "Cuestionario del Miedo al Dolor" y la "Escala de Dolor Percibido" para evaluar, respectivamente, el catastrofismo relacionado con el dolor, el miedo al dolor y el dolor percibido. La frecuencia diaria de palabrotas se evaluó mediante un único ítem del cuestionario.
Procedimiento: Los participantes asistieron individualmente a un laboratorio de investigación con atenuación de sonido. Se obtuvo el consentimiento informado de los participantes, aunque no se les informó explícitamente hasta la sesión informativa posterior a la prueba, sobre el objetivo de evaluar los efectos de las palabrotas en la tolerancia al dolor. Al principio, se informó a los participantes únicamente de que participaban en un estudio sobre el estrés. Se les preguntó qué palabrota usarían en respuesta a un golpe accidental en la cabeza y una palabra que usarían para describir una mesa. Todos los procedimientos se llevaron a cabo en presencia de la experimentadora. El "Cuestionario de Catastrofismo del Dolor" y el "Cuestionario de Miedo al Dolor" se administraron al inicio de la sesión de prueba; la "Escala de Dolor Percibido" se administró inmediatamente después de cada inmersión en el dispositivo de presión fría. La frecuencia cardíaca se registró de forma continua y automática durante todo el procedimiento a intervalos de 1 segundo.
Resultado: En el presente estudio, el 73% de los participantes mantuvo la mano en agua helada durante más tiempo si repetían una palabrota que si repetían una palabra que no lo era. En promedio, los participantes mantuvieron la mano en agua helada durante 31 segundos más cuando decían palabrotas. Ambos efectos fueron estadísticamente significativos. Además, al igual que en nuestro estudio anterior, la frecuencia cardíaca aumentó durante la inmersión de la mano en agua fría en comparación con la inmersión en agua a temperatura ambiente, pero en mayor medida en la condición de decir palabrotas que en la condición de no decir palabrotas. Estos aumentos constantes de la frecuencia cardíaca son importantes, ya que demuestran que decir palabrotas produce un efecto somático, lo que a su vez indica un mecanismo de reducción del dolor más allá de la distracción cognitiva.
En cuanto a lo que se buscaba en este segundo experimento, la conclusión fue que: "Los participantes que informaron haber dicho palabrotas en su vida diaria más a menudo, menos tiempo extra pudieron mantener la mano en agua helada cuando repetían una palabrota, en comparación con cuando repetían una palabra aséptica".
A estas alturas, "El Gallo" ya alucinaría en colores con los experimentos de Stephens...
Como en otras ocasiones, fue en las jornadas de Naukas Bilbao 2025 cuando conocí esta curiosa área de investigación. Fue en la charla que dio Lorena Pérez Hernández, experta lingüista y profesora en la Universidad de la Rioja, y que tituló "El lenguaje es la mejor medicina. Sin efectos secundarios" La puedes ver completa aquí (son 10 minutos):
Cosas curiosas que dijo Lorena en relación con este tema:
- Algunas personas que perdieron la capacidad de hablar normalmente por algún trauma neuronal, seguían siendo capaces de proferir juramentos.
- Estas palabras activan respuestas físicas que no podemos inhibir y que preparan nuestro cuerpo ante una amenaza o peligro: aumento de la frecuencia cardíaca, sudoración, pérdida de audición,...
- Para conseguir los efectos observados, no valen medias tintas: ni jopé ni jolines ni jopelines ni... Hay que decir "J...R" con todas las letras.
- Funcionan mejor cuando las usamos en nuestra lengua materna que en una segunda lengua.
- No valen palabras "equivalentes" o sinónimos que no tienen la consideración cultural de palabrotas: Si repites "excremento", "excremento", "excremento" en lugar de "mierda", "mierda", "mierda" cuando tienes la mano dentro del cubo de agua helada, no consigues los mismos resultados.
- El efecto hipoalgésico (disminución del dolor) de las palabrotas se debe a una asociación mental entre estas palabras y un sentimiento negativo generado en nuestra infancia: este condicionamiento verbal se iba consolidando cuando nuestros padres, maestros o parientes nos reñían o nos amenazaban con algún castigo por decir tacos o palabrotas.
________________________________________________________________
Posdata 1: Hay una palabra de origen griego (no recogida en el diccionario de la RAE) que describe lo que hemos comentado en este post: "Lalochezia" significa la sensación de alivio que se experimenta al usar lenguaje vulgar o grosero para desahogar el estrés o el dolor. Se refiere al efecto catártico y liberador que puede tener gritar o proferir palabrotas en momentos de frustración o tensión. Etimología: la palabra proviene del griego, combinando "lalia" (habla o balbuceo) y "chezo" (defecar o aliviarse). "Alivio a través de las palabras". Lo que implica que este conocimiento viene de antiguo...
Posdata 2: La expresión "jurar en arameo", con la que he titulado este post, se refiere a proferir blasfemias, maldecir o decir palabrotas de forma contundente. En lo que no hay consenso es en su origen. Parece que al principio era "jurar en hebreo" y que tendría algo que ver con las falsas conversiones de judíos en los años de su expulsión de la Península Ibérica. El cambio de hebreo por arameo se debió a que el arameo estaba considerado como un lenguaje muy difícil e incomprensible. Cuando una persona está muy enfadada y no hace más que soltar palabrotas e improperios, parece que habla una lengua incomprensible para los demás y de ahí el asociarlo con el arameo. Chi lo sa...
____________________________________________________________________




Super interesante Angel. Al valor catartico de la palabra se añade la Lalochezia. Con lo que odio yo los tacos! Mira por donde recibo una lección. Gracias.
ResponderEliminar