viernes, 26 de marzo de 2021

Pero... ¿hubo alguna vez tantas ranas?

Cuando yo era niño, la calle Cantarranas ya no figuraba en el callejero oficial de Segovia. Había sido renombrada como "calle del Alférez Provisional", supongo que después de la guerra. Pero seguía vigente en el habla de la gente... incluso creo recordar que algún comercio todavía se anunciaba en la radio como "en Cantarranas número 8" o algo así, me imagino que porque iba dirigido a un público de más edad o porque resultaba más sonoro...

Cuando preguntabas por el origen del nombre, rápidamente te señalaban cómo en sus inmediaciones discurría el modesto río Clamores, uno de los dos, junto al más conocido Eresma, que determina aguas abajo el contorno de la Segovia-proa que configuró su pasado de fortaleza. Y que en el siglo XIX fue soterrado en numerosos tramos hasta el puente de Sancti Spiritu (primero convento, luego cuartel de Intendencia). 

Explicación que coincidía con la oficial, si nos atenemos a la que Mariano Sáez y Romero incluye en su libro "Las Calles de Segovia - Noticias, Tradiciones y Curiosidades" (1918): "Estaba surcada por el arroyo Clamores, hoy ya cubierto, que formaba en algunos sitios pequeños estancamientos, en los que, como en la corriente del agua, se criaban muchas ranas que por las noches producían estridentes y agudos chirridos, y de aquí, primero por el vulgo y después oficialmente, la denominación de la calle". Pues no hay más preguntas, señoría.

Segovia - Plano de 1911, con la calle Cantarranas en el centro

viernes, 19 de marzo de 2021

Bobo & Pequeño

¿Alguna vez te has preguntado por qué los caramelos m&m (en minúsculas) se llaman así? ("emanem"; creo que nadie dice "eme-y-eme"). Podrías aventurar que tal vez estuviera relacionado con su forma, o su sabor, o el contraste entre el envolvente duro y el interior cremoso... pero no. La respuesta es más "prosaica", si quieres. Corresponde a las iniciales de los apellidos de sus dos "creadores": Forest Mars y Bruce Murrie, que patentaron en New Jersey, en 1941, el método para conseguir estas pastillas duras de caramelo rellenas de gotas de chocolate. O sea que, en realidad, los caramelos serían "Mars&Murrie". Forest, ya se intuye por el apellido, era el hijo del fundador de la empresa de dulces Mars, y Bruce lo era del de la empresa chocolatera Hershey´s. La alianza duró sólo 8 años, pero el producto continúa con éxito hoy en día.

Hay pocos productos que hayan alcanzado ese nivel de "sublimación marketiniana" que los hace reconocibles al gran público sólo por dos siglas, separadas por el "ampersand" "&". Le he dedicado un tiempo a investigar y sólo he dado con éstos (si tú, amable lector, conoces alguno más, lo puedes compartir).

viernes, 12 de marzo de 2021

Empacho de decimales

Decimales a tutiplén
No falla. En cualquier convocatoria electoral, a la hora de presentar los primeros resultados, sean de participación, de encuestas a pie de urna o los "oficiales", el ministro o consejero de turno, muy formal, anuncia, por ejemplo: "la participación hasta las 12 de la mañana ha sido de un 18,36%, lo cual supone un 2,37% más sobre la del año 20XX". Que no sé a ti, pero a mí me sobran los decimales, incluso me bastaría con saber que la participación a las 12 de la mañana ha estado "en torno al 20%, un poco superior a la del año 20XX". Porque, ¿quién alcanza a valorar la relevancia de ese 0,36% más o menos?

Y no es el único caso. Con la avalancha de datos relacionados con la pandemia, todos los días recibimos el dato de que, por ejemplo, la ocupación de las UCI´s en tal Comunidad es del 19,37% o que las dosis de vacunas administradas ha sido del 75,28% de las suministradas. Insisto, me sobran los decimales.

viernes, 5 de marzo de 2021

Poniendo puertas al agua...

Antes de la pandemia, cuando todavía se podía asistir a presentaciones de libros sin distancias ni mascarillas, e incluso te invitaban a un piscolabis al final del acto mientras el autor firmaba ejemplares, asistí a la organizada por la Editorial Kolima, que dirige mi amiga Marta P., con ocasión de la publicación de un libro de Alberto Vázquez-Figueroa. En el transcurso del acto, Vázquez-Figueroa contó la anécdota de cómo, en enero de 1959, cuando contaba tan solo 22 años, fue requerido por la Guardia Civil a participar en las labores que siguieron a la catástrofe de la presa de la Vega de Tera en Ribadelago (Zamora). Y ello por su condición de buzo diplomado, que en aquellos momentos debía de haber pocos en España.

Embalse de la Vega de Tera en la actualidad (foto: Raiden32)
Narraba el escritor canario cómo su labor consistió en sumergirse repetidas veces en el lago de Sanabria, situado 3 kilómetros aguas abajo del pueblo, para localizar y señalizar los cadáveres de los lugareños que, tras la rotura de la presa, habían sido sorprendidos en plena noche por la fuerza de las aguas y arrastrados hasta el lago. Fueron 8 millones de m3 los que se abalanzaron esa madrugada sobre Ribadelago, situado a 8 km de la presa, y 144 los vecinos, de un censo de 532, que fallecieron (aunque sólo se pudo rescatar los cuerpos de 28).