viernes, 22 de febrero de 2019

La bamba, las bambas y, de postre, una bamba de nata

La "culpa" de este galimatías(*) de título la tiene mi compañero de Facultad y buen amigo burgalés Carmelo R., que, en un comentario al post sobre los visigodos, metió en harina al legendario rey Wamba (600-688). Que fue proclamado rey a los 72 años (ánimo, príncipe Charles, que todavía te quedan dos para empatar). También puso en el mapa, al menos para mí, las localidades de Wamba (Valladolid), donde fue proclamado rey y Pampliega (Burgos), donde, una vez depuesto, se retiró al Monasterio de los Monjes Negros de San Vicente, falleció y comenzó la rocambolesca peripecia de sus restos mortales, que todavía hoy continúa: ver artículo en El País de Germán R. Páez aquí

El caso es que, en una mente curiosa, una cosa llevó a la otra. Y la pregunta que me hice fue: ¿tendrán algo que ver con el rey godo 1) el baile mexicano, 2) las zapatillas deportivas y 3) el pastel relleno que comparten nombre, o fonética al menos?

Y empecé por el baile: "la bamba". La mayoría de las referencias al origen de la palabra que designa a este baile veracruzano (que pertenece al género conocido como "son jarocho") señalan a un baile de época español, la "bamaba", del que no he encontrado ninguna pista. En cambio, el escritor peruano Nicomedes Santa Cruz señala otro origen que me parece mucho más verosímil: en el lenguaje de las tribus Kongo, Bembe y Luba, todas ellas ubicadas en la actual República Democrática del Congo (y origen en tiempos históricos de bastantes esclavos africanos con destino a las colonias de América), la palabra "bamba" significa "ritmo de danza" y, por ejemplo, "bambá-queré" danza movida. En cualquier caso, nada que ver con el rey visigodo.

viernes, 15 de febrero de 2019

De Alfonso en Alfonso...

Banda sonora: Ya que uno de los Alfonsos de los que vamos a hablar, el conocido por "el Sabio", también fue compositor, vamos a escuchar la cantiga 156 - "A Madre do que de térra primeir'ó me foi fazer", interpretada por Rocío de Frutos y el Ensemble Fontegara. Aquí.
****************************************************************************
Cuando estaba preparando el artículo sobre las Mafaldas de Saboya de hace unas semanas, tuve que empaparme del "lío" de reyes y parentescos que en esos siglos se daba en los reinos de León, Castilla, Aragón y Portugal. Porque todo eran Fernandos, Sanchos, Enriques y Alfonsos. Eso ellos, que las reinas casi siempre eran Urracas, Leonores, Blancas o Berenguelas...

Alfonso I de Asturias
Entre todos los nombres, me llamó la atención el de Alfonso, quizá porque, en la lista de reyes de "la Reconquista", era el tercero en aparecer (después de Pelayo y Fruela). Fue Alfonso I de Asturias (693-757), llamado "el Católico" (no olvidemos que los visigodos, después de la conversión de Recaredo, eran católicos), hijo del duque Pedro de Cantabria. Llegó al trono no por méritos propios (que quizá también algo puso de su parte) sino porque estaba casado con Ermesinda, la hija del rey Don Pelayo.

En todas las etimologías se dice que Alfonso (o Alonso) es un nombre de origen germánico (que entiendo que se quiere decir visigodo, por quien ocupaba en aquellos siglos los últimos reductos de los Picos de Europa). Pero es curioso que de un cántabro Pedro (a su vez hijo de un Didacus), que parece apuntar a un origen hispano-romano, se bautice a un niño con un nombre "foráneo". Más me inclino a pensar que la elección del nombre pudo estar influenciada por la veneración a San Ildefonso de Toledo (607-667), uno de los padres de la Iglesia católica, perteneciente a una familia noble visigoda.

El caso es que, una vez puesta en marcha la rueda de los Alfonsos, no hubo quien la parara en 800 años. Parafraseando a Estrabón (también hay dudas de que fuera él el autor de la famosa frase sobre las ardillas y los árboles en Hispania), podemos decir que "desde el siglo VII al XV casi siempre hubo en la Península Ibérica un rey Alfonso, o un Alfonso destinado a ser rey". 

viernes, 8 de febrero de 2019

Las Ballecas

Puerta del Monasterio
Hoy os propongo un viaje hacia atrás en el tiempo, que, al final, espero que dará sentido al "enigmático" título del post. Pero lo empezaremos, como aquel que dice, a la vuelta de la esquina. 

Porque habré pasado mil veces por delante de esta iglesia, muy próxima a mi casa (está en la calle Joaquín Costa nº 49). Al principio me llamaba la atención la pequeña placa que anunciaba el convento anexo a la iglesia: "Monasterio de la S.O. del Císter - R.R.M.M. Bernardas". Porque lo del Císter me sonaba a muy antiguo. No sé por qué, pensaba que S.O. significaba "Soberana Orden"; ahora sé que es "Santa Orden". Y lo de "Reverendas Madres Bernardas"... tenía su aquél. 

Pero fue hace un par de semanas cuando, quizá porque pasé un poco más tarde de la hora habitual, vi un detalle que me llamó la atención y que me impulsó a sacar una foto con el móvil. La que figura junto a estas líneas. Que demuestra que todavía queda algo de confianza en el ser humano. Y también,  que la comunidad de monjas de este convento debe de ser pequeña, o muy frugales para que se apañen con dos barras.

viernes, 1 de febrero de 2019

El euskera, la lengua de los "vaqueros"

Placa conmemorativa del milenario de los primeros textos en lengua vasca
Vaya por delante, aunque ya lo he dicho muchas veces, que no soy, ni pretendo ser, experto en las materias que trato en este blog. Mi labor es la de identificar posibles temas curiosos (muchas veces con la ayuda de mis lectores asiduos), buscar información, sintetizar lo que creo relevante y exponerlo de manera clara y, a ser posible, amena. Lo reitero porque, con el título que he puesto al artículo de hoy, y lo controvertida que ha sido siempre la cuestión del origen de la lengua vasca, quizá alguno de mis lectores se rebele y presente una enmienda a la totalidad. Pero todo tiene una explicación. Allá vamos.

Como siempre, una imagen vale más que mil palabras. Ésta que copio más abajo está tomada del artículo "Ancient genomes link early farmers from Atapuerca in Spain to modern-day Basques" publicado en la PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences - USA) en Septiembre de 2015 por un grupo de arqueólogos y paleontólogos españoles y extranjeros, entre los que figuran los clásicos de Atapuerca (Bermúdez de Castro, Carbonell y Arsuaga) y otros igualmente cualificados aunque menos conocidos (Valdiosera, Iriarte, Carretero).