viernes, 15 de diciembre de 2023

La puchera de Riaza

Hay semanas en las que el post me viene dado. Quiero decir que no tengo que pensar mucho en qué tema investigar porque el "hallazgo" se me presenta solo y "solo" tengo que adornarlo un poco. Eso me pasó el lunes 4 de diciembre pasado, cuando asistí en el Ateneo de Madrid a una presentación sobre la historia de la puchera de Riaza. Que sí, que a mí también al principio me sonó a comida, pero ya veréis que es mucho más interesante... y curioso.

Riaza es una villa de unos 2.100 habitantes situada al nordeste de la provincia de Segovia. Para orientarnos, podemos decir que "según se baja del puerto de Somosierra, a unos 12 km a la derecha de los dos Cerezos, el de Abajo y el de Arriba". 

Puchera original
Foto: El Norte de Castilla
Pues bien, resulta que, en 1820, el boticario de Riaza, Don Frutos Sanz Agudo (natural de Fuentepelayo, otro pueblo segoviano), desarrolló y puso a la venta un remedio para las fiebres tercianas y cuartanas (lo que hoy llamamos paludismo o malaria) que resultó muy eficaz, y que, durante más de 60 años, alivió el sufrimiento y propició la curación de muchos enfermos de esta dolencia. 

El nombre técnico del medicamento era "Electuario contra cuartanas" ("Electuario", según el diccionario de la RAE es: "Medicamento de consistencia líquida, pastosa o sólida, compuesto de varios ingredientes, casi siempre vegetales, y de cierta cantidad de miel, jarabe o azúcar, que en sus composiciones más sencillas tiene la consideración de golosina"). 

Pero, gracias al peculiar envase que Don Frutos escogió para su conservación y comercialización, la "pócima" enseguida pasó a conocerse como "La puchera de Riaza".


Antes de seguir, un poco de contexto histórico. En 1820 hacía apenas 6 años del final de la guerra de la Independencia y la restauración en el trono de Fernando VII. El país, desde un punto de vista económico, estaba todavía en vías de recuperación del desastre que habían supuesto los casi 6 años de guerra. 

Zonas con mayor prevalencia de paludismo
en los siglos XVIII y XIX
Las "epidemias" de fiebres tercianas y cuartanas (asociadas a los "malos aires", a los efluvios y miasmas que manaban de pantanos, charcas y aguas estancadas; todavía faltaban 60 años para empezar a conocer su verdadera causa) asolaban el país desde mediados del siglo anterior, con especial énfasis en las regiones de Cataluña, Valencia, Murcia y, curiosamente, en las comarcas manchegas de La Alcarria y Calatrava. La mortalidad no era muy alta, comparada con otras epidemias, pero sí el período de convalecencia, que inhabilitaba al enfermo durante meses para cualquier actividad física, lo que se traducía en cero ingresos y ruina económica a medio plazo.

No se sabe por qué el boticario Sanz se dedicó a buscar un remedio eficaz contra esta enfermedad; no es probable que fuera por una incidencia alta en su área de influencia. Pero, seguramente, sí estaba al corriente de cómo la enfermedad estaba afectando de manera grave a otras zonas de España e ideó una forma de que su remedio pudiera transportarse y llegar allí donde fuera necesario. 

Algunos expertos en la historia de la farmacia en España le atribuyen a la puchera de Riaza el título de "primer específico español". Hay otros que discrepan y se lo atribuyen a la triaca magna (un antídoto contra las picaduras de serpiente conocido ya en la Antigüedad).

Pero lo que sí es seguro es que el electuario febrífugo del Dr. Sanz fue el primer medicamento que adjuntaba un prospecto con las instrucciones para su correcta administración. Es una joya, que se conserva y que recomiendo leer de cabo a rabo:


La composición exacta del preparado fue un secreto celosamente guardado durante decenios, para evitar su copia y adulteración (todavía no funcionaba el sistema de patentes). Pero hoy, gracias al último descendiente de la familia del boticario que ejerció en Riaza, lo conocemos:

- Quina calisaya: 90 gramos --> para combatir la fiebre
- Carbonato potásico: 14 gr --> como agente higroscópico
- Carbonato amónico: 7 gr --> para regular la acidez
- Sulfato ferroso: 7 gr --> desinfectante
- Miel blanca: 200 gr  --> para darle un mejor sabor y como conservante
- Agua: 160 gr

Las propiedades febrífugas de la quina (corteza del árbol quino) ya eran conocidas desde la conquista del Perú, pero quizá fue la combinación de estos elementos con unas pautas muy concretas en cuanto a dosificación y alimentación las que convirtieron a la puchera de Riaza en un remedio mucho más eficaz que los hasta entonces conocidos.

La puchera contenía la dosis para un solo enfermo. Iba sin etiqueta y cerrada con una tapa de papel blanco de hilo apergaminado, pegada a sus bordes con engrudo y atada con bramante. Esta tapa lucía el sello del autor.

El transporte y la distribución corría a cargo de los arrieros y comerciantes ambulantes. La fueron llevando a Segovia capital y a las principales ciudades de las provincias limítrofes. Quincalleros y buhoneros pregonaban sus beneficios casa por casa hasta llegar a los últimos rincones de España.

En el coloquio posterior a la presentación del libro en el Ateneo, un chaval hizo una pregunta muy acertada: como en el prospecto se puede leer que la puchera costaba 26 reales y 16 maravedíes, ¿era un medicamento caro o barato? No se le dio una respuesta muy concreta... Ahora sí que me atrevo a hacer un cálculo:

Buscando en Google, encuentro que: "En Auñón (Guadalajara), en 1819, la dotación de la plaza de boticario era de 5.000 reales, 2.200 reales pagados de propios y 2.800 cobrados por la justicia, además de casa de balde". 

Supongamos que un farmacéutico actual en zona rural tenga un ingreso anual de unos 50.000€. Entonces, los 26 reales de una puchera serían: 26*50.000/5.000= 260€. Barato no era, pero si era efectivo para acortar de forma significativa el período de convalecencia y recuperación del enfermo como para permitirle generar de nuevo ingresos para la familia, se podía pagar.

Parece que el apogeo de la popularidad de la puchera de Riaza llegó por el lustro 1860-1865, cuando ya Don Frutos había fallecido y la botica estaba a cargo de su yerno Cándido Álvarez.

Ya sabemos (ver el post "El falso culpable cuya condena duró cinco siglos") que fue en 1898 cuando el británico Sir Ronald Ross demostró que la malaria era causada por el Plasmodium y transmitida por los mosquitos del género Anopheles y, a partir de ahí, se desarrollaron remedios más específicos, dirigidos no solo a mitigar los síntomas de la enfermedad, sino a atacar al parásito que la producía. Ello, unido a la progresiva industrialización de la producción farmacéutica, marcó el final de la puchera de Riaza y de otros remedios equivalentes.

Cartel de 1920 - Colección de Pedro Alonso - Barcelona

Pero, como bien dice Carlos L. García Álvarez, descendiente de don Frutos, en la introducción del libro:

"Nuestro mayor deseo es que sirva para dar a conocer al autor de la puchera, un gran hombre que, con su específico, contribuyó a mitigar y sanar las terribles fiebres intermitentes que asolaban a una población en la miseria. Del mismo modo, difundió y paseó por toda la Península Ibérica el nombre del maravilloso pueblo segoviano de Riaza, así como el carácter y la amabilidad de sus gentes".

Y ésta ha sido mi modesta contribución a la divulgación de esta curiosa historia.
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3 comentarios:

  1. Bien curiosa esta historia! Desciendo de Riazanos y te agradezco su divulgación.

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  2. Como el prospecto dice claramente que Don Frutos era Licenciado y tú lo has “ascendido” a Doctor, deduzco que te sientes agradecido y no es para menos. Que el medicamento fuera relativamente caro hay que entenderlo bajo la óptica de los costes logísticos, ya que la cadena de suministro que describes tenía que compensar a todos los intervinientes para mantenerla en funcionamiento. Riaza quedaba lejos de 3 de las 4 zonas rojas del mapa.
    Deduzco que seguramente Don Frutos cubría gastos y poco más, pues nos dices que sus descendientes continuaron con el negocio familiar, en lugar de presidir un gran laboratorio farmacéutico.
    Quizás éstos son los héroes a los que deberíamos levantar estatuas y dedicar calles y plazas y no los que se han dedicado a matar gente. Porque me temo que a Don Frutos no se las han dedicado, mientras que al teniente coronel Rafael del Riego, que exactamente el mismo año (1820) dio un golpe de estado, sí (tiene estatua y plaza en Oviedo, busto y monumento en Cabezas de San Juan, calles en Madrid, Barcelona, Mieres…).

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  3. La mayoría de los medicos son licenciados...casi ninguno tiene el doctorado. ¿ Quien los asciende a doktor?

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