viernes, 12 de junio de 2020

Licores conventuales... ahora sí

Lo prometido es deuda. Después de relatar la semana pasada el curioso origen de algunas marcas muy conocidas de licores supuestamente "conventuales", que sólo vieron el convento de lejos, vamos a conocer en este post algunos de los licores, ahora sí, fabricados dentro de los muros de un monasterio. Hay muchos, pero éstos me han parecido particularmente curiosos.

Empezamos el viaje en San Cristóbal de Cea, provincia de Orense. Allí se encuentra el monasterio cisterciense de Santa María la Real de Oseira. Refundado en 1929, fue a partir de 1969 cuando, para ayudar al sostenimiento del convento, emprendieron la fabricación y comercialización de diferentes productos. Entre ellos, el que nos ocupa, el licor de eucalipto "Eucaliptine". En su versión "Ámbar" combina tres especies de eucalipto: Biminalis, Tasmania y Rostrata. No hace falta ser muy perspicaz para saber a quién pretendían parecerse con ese nombre acabado en "tine"... Comenzó a publicitarse como "beneficioso para los bronquios" y también "elaborado según fórmula de Fray Orsisio" (que no se sabe quién fue), pero a partir de 2007, para cumplir con la normativa europea, tuvieron que quitar estos reclamos de la etiqueta y ceñirse a los 30º de graduación (antes parece que tenía más).

También hay un licor de hierbas "Eucaliptine Oro", pero este no lleva eucalipto, sino una gran variedad de hojas de plantas medicinales cultivadas en las proximidades del monasterio: melisa, manzanilla, hisopo, menta piperita, angélica, artemisa, flor de saúco, clavo...


Licor Tizona del Cid
Botella antigua
Seguimos nuestro periplo hacia Castrillo del Val, en Burgos. Allí, en el monasterio trapense de San Pedro de Cardeña, además de la cerveza de abadía de la que ya hablamos en su momento, se elabora el licor de hierbas "Tizona del Cid". En la Wikipedia se describe así: "Es un licor brillante, de sabor suave y delicioso que se elabora en dos modalidades: verde, con 38º y amarillo con 40º. Su elaboración se realiza bajo fórmula secreta a partir de maceración, durante 15 días y en toneles de madera, de unas treinta hierbas distintas cultivadas en los campos de Castilla, a las que se adicionan semillas exóticas como la canela, el acíbar o el clavo. Tiene el licor propiedades digestivas, por lo que, tomado con moderación, es un buen acompañante para una comida, especialmente si ésta es de celebración". 

En la reseña de la tienda del monasterio se sugiere que el licor es "cortante y afilado, como la espada del héroe castellano del que toma nombre". En el cuello de las botellas antiguas figura "Año 1747", seguramente relacionado con algunos de los múltiples traslados que sufrieron los restos de Don Ruy Díaz de Vivar. También se decía que estaba "fabricado según fórmula de Fray Esteban, descubrimiento de los RR.PP. Abades de Cardeña". Y constaba como "Marca registrada desde 1895".

Apenas a 100 km de Burgos, aunque por una carretera muy sinuosa en su último tramo, llegamos al municipio riojano de Anguiano. Allí se encuentra el monasterio benedictino de Valvanera, donde se elabora el licor del mismo nombre. Pero, antes de llegar, a medio camino, en una cruz se puede leer: "ninguna mujer entre hasta el término (…) y si entra, quede detenida hasta que pague sesenta sueldos al procurador del rey”. Cosas del siglo XI, que afortunadamente ya no cuentan.

La propia web del monasterio no se corta a la hora de alabar su producto: "Mil años llevan los Monjes Benedictinos en Valvanera, un valle lejano y angosto de la Demanda, los Montes Distercios de Gonzalo de Berceo, dando culto a una Virgen antiquísima y atendiendo a los peregrinos que llegan.

El invierno allí es largo, la ociosidad y la oración son incompatibles. A fuerza de tratar íntima y pacientemente con la naturaleza, le han logrado arrancar el secreto del perfume exquisito, del sabor recio, campestre y de las virtudes medicinales de su flora sin igual. Potenciando todo ello por los grados joviales y maduros del Vino de Rioja, ha dado como resultado el Licor Valvanera.

Es naturalmente digestivo gracias al predominio del enebro de los collados y de la manzanilla serrana. De procedimiento de homogeneización, resulta un gusto delicioso e indefinible. Un discreto mentolado hace delicadamente gratas todas las combinaciones imaginables". Nada que añadir.

Ahora tenemos un viaje más largo, hasta Orihuela (Alicante)... pero es "cuesta abajo". Allí se elaboraba (ya no) el "Gran Licor Guayú", bajo licencia de los RR.PP. Capuchinos. Su historia es muy curiosa:

"Juan Coig Rebagliato era un caballero natural de Bayona, licenciado en Derecho y vecino de Orihuela. Más que buen cristiano, don Juan era un auténtico beato. Hombre de misa diaria, amigo de frailes, de curas y obispos.

El 4 de marzo de 1904, día de San Casimiro, después de misa en la Catedral, se dirigió hasta el convento de los capuchinos. Quería felicitar a Fray Casimiro de Alcira, un anciano al que la orden había destinado en nuestra ciudad para que terminase sus días en paz después de media vida en Sudamérica como misionero.

El fraile se alegró por la visita; y agradecido, le ofreció una copita de licor. A don Juan le pareció un trago exquisito. Y curioso, preguntó el origen de tan deliciosa bebida.

El anciano misionero le contó que la elaboraba él mismo, utilizando una receta secreta que había aprendido de los indios sudamericanos. Se llamaba Guayú. Y el visitante tuvo una gran idea...".

Licencia para elaborar el licor Guayú
La idea era fabricar en plan industrial el licor, para lo cual se montó una sociedad que recibió la exclusiva de la orden capuchina, a condición de una cuota leonina en los beneficios y de que la elaboración (con algún ingrediente secreto, para no variar) siempre estuviera controlada por un monje capuchino.

El nombre de los indios sudamericanos es "wayú", y aún hoy viven en la península de La Guajira, situada entre Colombia y Venezuela. Todavía elaboran un licor, llamado "chirrinche", que puede ser el que inspiró a Fray Casimiro (que murió poco después de empezar la fabricación "industrial", en 1907).

Tras distintos avatares, en 1947 la licencia pasó a las Destilerías Payá, aunque ya nadie sabía cuál era la fórmula original del licor. Tampoco duró mucho esta nueva aventura. Ahora sigue habiendo un licor Guayú, de avellana, pero no tiene nada que ver con el de los capuchinos de Orihuela.

Y volvemos a Madrid. Pero no te digo adónde. A ver si lo descubres mirando la etiqueta de la botella de la derecha. Cuesta un poco, pero... esa gran explanada... esa loma escarpada... esa imponente cruz hacia el  cielo castellano... efectivamente, se trata de la abadía benedictina de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Allí elaboran el Licor Fray Alkuino. Poco conocido. Pero que también tiene una historia curiosa, que no me resisto a reproducir:

"El padre Albino Ortega había nacido en 1912 en Melgar de Fernamental (Burgos), y su infancia transcurrió entre las tareas del campo, de la labranza al pastoreo de ovejas y cabras. Tanto el maestro como el párroco detectaron pronto en él un temperamento despierto y capacidades intelectuales que debían ser cultivadas junto a la incipiente pero indisimulada vocación al servicio de Dios que manifestaba. Cuando unos monjes del cercano monasterio de Silos pasaron por el importante pueblo burgalés, les presentaron al joven, quien al poco tiempo ingresó como novicio.

Allí no sólo cursó los exigentes estudios eclesiásticos de la orden benedictina, sino que vio nacer en él una segunda vocación: botánica, orientada a la fabricación de los célebres destilados monacales. En Silos conoció a algunos de los monjes franceses que, casi medio siglo atrás, habían llegado de Solesmes con su tradición licorera a cuestas. Y enseguida Albino hizo migas con el padre Saturio González, quien, más que septuagenario, seguía haciendo intensas salidas al campo a recoger las hierbas con las que fabricaba el licor de Silos.

El joven de Melgar se convirtió en su pupilo y empezó a acompañar a Dom Saturio en sus expediciones campestres. Aprendió a identificar las 25 plantas aromáticas que utilizaba, fue instruido en la extracción de su esencia, en su maceración, en su alambicado, en su mezcla, pero... ¡jamás en su proporción! Con esotérica reserva, en ese momento el maestro se separaba del discípulo para salvaguardar, con rigor comparable al sigilo sacramental, el secreto de la fórmula.

¿Por egoísmo o vanidad? En absoluto. Las abadías permanecen, pero los monjes mudan, y los tesoros abaciales se perderían sin ese prurito de conservación. Así sucedió, de hecho. Unos años después de su ordenación sacerdotal, el ya padre Albino se trasladó al monasterio de Montserrat, donde estuvo un tiempo antes de emprender camino de la sierra de Madrid.

Tanto por contar entre los monjes fundadores con un experto licorero, como por reforzar la identidad de la nueva comunidad, fray Justo Pérez de Urbel confió al padre Albino como misión lo que ya era una ilusión suya: crear su propio licor.

Se puso manos a la obra, y aunque algunas de las flores y plantas del entorno de Silos no existían en Cuelgamuros, encontró otras y empezó de nuevo a macerar, destilar, mezclar, probar, y probar, y probar... hasta que nació Alkuino. La obra cumbre del padre Albino llevaba el nombre de uno de los padres del llamado "renacimiento carolingio", Alcuino de York (730-804), consejero de Carlomagno y monje amante de las hierbas y la química.

Que Alkuino era una obra cumbre lo percibieron enseguida los hermanos de fray Albino, conocedores del extraordinario licor de Silos (que había sido rescatado por su maestro, el padre Saturio, de una profunda crisis). Pero había de llegar la confirmación más valiosa: la de los fabricantes del Bénédictine. 

En cierta ocasión en la que visitaron el Valle de los Caídos, los propietarios del Bénédictine obsequiaron a los monjes con una caja de su afamado producto, y el padre Albino correspondió dándoles a probar su pócima. Con deportividad, el Alkuino fue reconocido por los "rivales" de Fécamp como "el concentrado perfecto": apreciaban, dijeron, "los diferentes aromas, pero con la difícil virtud de que no destacase ninguno de ellos".

El padre Albino llegó a ser superior de la abadía. En 1966, fray Albino Ortega dejó la abadía de la Santa Cruz y se incorporó a la de San Julián de Samos, en Lugo, donde falleció el 5 de noviembre de 1980". Bonita historia y, como siempre, "se non è vero..."

Y a estas alturas de la película, me imagino a mi amiga Charo M. preguntándose (y preguntándome): ¿y las monjas pa´ cuándo? ¿es que no saben hacer licores? Pues sí, señora; y muy ricos. Voy a comentar un par de ejemplos para terminar.

El primero viene de tiempos lejanos, de las clarisas del siglo XVII, y tuvo su "eclosión" en México, no en España. Se llamó "rompope", al parecer por una derivación de la palabra "rompón", que designaba en España un licor hecho con ron. 

Se le atribuye la difusión de este licor a una monja mestiza llamada "sor Eduviges" (algún fabricante moderno ya la ha canonizado). Es un "licor de huevo", preparado con yemas de huevo, vainilla, canela, almendra molida, leche, azúcar, fécula de maíz y licor, normalmente ron. Es de color amarillo y consistencia espesa. Se suele tomar como digestivo después de las comidas y también se utiliza mucho en repostería.

Y por último, en la localidad de Constantina, al norte de la provincia de Sevilla, nos encontramos, desde 1550 nada menos, con el convento de las monjas Jerónimas, que cuentan con un obrador bien surtido. Ellas mismas cuentan cómo empezaron a fabricar licores:

"Elaborar licores no fue algo proyectado, se fue dando casi sin darnos cuenta. No falla, en un convento siempre te encuentras con esa Hermana mayor que prepara el licorcillo casero para las grandes fiestas de Navidad o Pascua y que les encanta a los bienhechores y a los allegados, que siempre preguntan: ¿no hay “licor de las monjas” (o “vino de las monjas”)? Nunca habíamos pensado hacerlo para vender, lo teníamos reservado para ofrecer al final de las comidas a invitados, pues tiene propiedades digestivas. Sabemos que la receta es muy antigua, se cree que del siglo XV, parece tener su origen en los conventos carmelitanos, por lo que se le conoce como “vino de las carmelitas”. En realidad, en cada convento te lo encuentras con alguna variación. Antiguamente se recomendaba tomar después de las comidas en tiempos de disenterías, epidemias y fiebres. Dado el éxito del vino, pensamos que podríamos ampliar y utilizar la riqueza de hierbas para elaborar otros licores. Así fueron naciendo los que elaboramos actualmente: Digestivo de hierbas, Miel y Limón, Crema de Chocolate y Whisky, Chocolate y Crema de Guindas, Café, Vodka Caramel, etc… No destilamos alcohol, usamos como base aguardiente o vodka, y desde ahí elaboramos las distintas variedades enriqueciéndolas". 

La descripción de las cualidades de sus productos que se puede leer en su página web (https://jeronimasconstantina-com.webnode.es/), no se yo si roza la "apología del chupito" :-)...  

Licor de Café
"El Licor de Café, elaborado artesanalmente, es muy aromático y posee un sabor suave. Deliciosa combinación de suave café con el mejor anís de la Sierra Norte de Sevilla. Licor de muy baja graduación, 14º, que busca potenciar el sabor natural de su ingrediente principal, el café. Ideal para tomar en la sobremesa. Se recomienda servir frío".

Licor Crema de Chocolate y Whisky
"Este Licor Crema de Chocolate y Whisky, elaborado de forma artesanal, posee un sabor dulce y suave. Es una bebida perfecta para las personas a las que les gusta disfrutar y saborear el chocolate. Es ideal para tomarlo a la hora del postre.Se recomienda servir muy frío".

Licor de Miel y Limón (medicinal) 
"Este exquisito Licor de Miel y Limón, medicinal, aumenta las defensas y mejora el sistema inmunológico. El limón es un potente antioxidante, bactericida, depurador de toxinas y proveedor de vitaminas. La miel tiene muchas propiedades, entre ellas: es antiséptica, eliminando los virus y las bacterias (sobre todo en la garganta)".

Licor Digestivo de Hierbas
"El Licor digestivo es el último invitado en presentarse a la mesa, normalmente se sirve después del café con la misión de clausurar la comida y ayudar a la digestión. Los beneficios del consumo del licor digestivo después de las comidas son indudables. El Licor Digestivo de Hierbas se absorbe directamente en el estómago, dilata los vasos y mejora nuestro riego sanguíneo. Es recomendable beberlo lentamente y a sorbos muy pequeños".
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Y ahora, un "trampantojo". Una botella que, fuera de contexto, podría parecer que es una monja. Y que, cuando te la encuentras por Internet, suele aparecer etiquetada como "licor de monja". Pues no es una monja, sino una payesa ibicenca. Y lo que contiene es licor, eso sí, fabricado a base de tomillo ("frígola" en mallorquín). Lo elabora la empresa familiar Marí Mayans.



2 comentarios:

  1. Muy interesante esta “secuela”, que en realidad es lo que nos prometiste la vez anterior. Te veo cada semana más “político”, Ángel.
    Gracias por esa nueva demostración de lo penosa que puede ser la Wikipedia, incluso en cosas tan fáciles de corregir como la frase que copias: “se adicionan semillas exóticas como la canela, el acíbar o el clavo” (la canela es la corteza del canelo, el acíbar el jugo de la planta homónima y el clavo el botón floral del clavero, así que de “semillas” nada de nada).
    Como sabes, me gusta indagar en las relaciones causa-efecto y del licor Guayú podríamos decir que lo inventó fray Casimiro de Alcira, o podríamos preguntarnos ¿quién decidió que fueran los capuchinos valencianos los que se encargaran de la conversión de los wayús, llamados guajiros por los españoles, y por tanto hizo posible el licor?
    Pues fue el que quizás sea el rey español más denostado (con permiso de Fernando VII), nada menos que Carlos II “el Hechizado”, mediante Real Cédula de 27 de agosto de 1694, que se cumplió con la llegada de fray Pedro de Orihuela y 3 compañeros a Riohacha en 1696. Los indios los echaron, pero regresaron en 1716 y esta vez les dejaron quedarse. Sería interesante saber el papel que en ello tuvo el “chirrinche” (o la paella, quien sabe), porque los guajiros no habían tolerado españoles en dos siglos.
    Las clarisas capuchinas de México, que entiendo de tu post son las autoras de ese “digestivo” a base de yema de huevo y fécula, porque lo fechas en el siglo XVII (las clarisas “a secas” se instalaron en México más de un siglo antes), desembarcaron en Veracruz el 8 de septiembre de 1665 procedentes de Toledo, 9 días antes de que empezara a reinar Carlos II, de modo que su envío deberíamos agradecérselo a su padre Felipe IV.
    Lo que parece que podemos afirmar es que entre los capuchinos no parece que hubiera discriminación por razón de sexo en eso de tomar alcohol etílico perfumado. El Ministerio de Igualdad debería hacerles algún homenaje.

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  2. Gracias Ángel!! Ya me parecía a mí que alguna monja se habria dado a la bebida (y, por tanto, a elaborarla). Así que fueron las clarisas mexicanas las del "licor de monja", vaya. Interesante las jerónimas sevillanas (lo tendré en cuenta cuando vaya por la zona, despierta mi curiosidad). Cuando te hice la pregunta es que me acordaba de la quina Santa Catalina, y pensé en monjas inmediatamente. Y mira, ahí están.

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