viernes, 1 de julio de 2022

El timo que nos defiende de los malos

Con el curso avanzado de virología, inmunología, vacunología y otras "logías" que todos hemos hecho con ocasión de la pandemia, hemos incorporado a nuestro vocabulario un montón de palabras, siglas y conceptos antes perfectamente desconocidos para la mayoría de los mortales: SARS, coronavirus, distancia social, confinamiento, incidencia acumulada, transmisión comunitaria, desescalada, inmunidad de rebaño, antígeno, aerosol, EPI, PCR, IgG, IgM,...

Linfocito T
Entre ellos, unos "bichos" que puede que te hayan llamado la atención en todo este maremágnum son los "Linfocitos-T", que parece que desempeñan un papel muy importante en el sistema inmunitario, que es, en definitiva, el que nos permite superar o no los ataques de todos esos agentes externos empeñados en hacernos la puñeta. Bueno, para ser correctos, hay que decir que los linfocitos son un tipo de glóbulos blancos que son parte del sistema inmune. Hay dos tipos principales de linfocitos: las células B y las células T. Las células B elaboran los anticuerpos para luchar contra bacterias, virus y toxinas invasoras. Las células T destruyen las propias células del cuerpo que han sido infectadas por virus o que se han vuelto cancerosas.

Y aquí entra el curioso de turno: ¿Y qué quieren decir la B y la T? Pues la B proviene de "Bolsa de Fabricio" (en italiano, "bursa", que así la llamó su descubridor Hieronymus Fabricius en 1621), que es el órgano de las aves donde primero (en 1956) se comprobó que se originan estas células. En los mamíferos no existe como tal, sino que las células B se originan en la médula ósea (a veces se interpreta que la B procede de "Bone marrow", médula ósea en inglés, pero no es así). ¿Y la T? Pues del timo, ese órgano desconocido... Que también empieza por "T" en inglés ("Thymus"). Que, haciendo memoria, seguro que el timo salía en las láminas del libro de Ciencias Naturales, pero al que poca atención se prestaba. Vamos a darle la importancia que ahora sabemos que merece...

Timo en un feto humano a término


El timo ya era conocido por los antiguos griegos, y su nombre proviene de la palabra griega θύμος (thymos), que significa corazón, alma, deseo, vida, posiblemente a causa de su ubicación en el pecho, delante del corazón y detrás del esternón, cerca de donde se sienten en forma subjetiva las emociones; otra etimología alternativa propone que su nombre proviene de la hierba θυμάρι (thymus = tomillo), dicen que por su parecido con un manojo de tomillo. 

Galeno fue el primero en darse cuenta de que el tamaño del órgano cambiaba a lo largo de la vida de una persona. A causa de la gran cantidad de linfocitos muertos que alberga, inicialmente el timo era considerado una "tumba de linfocitos", sin una importancia funcional. La importancia del timo en el sistema inmunitario fue descubierta en 1961 por el médico e investigador australiano nacido en Francia Jacques Miller, al extraer mediante cirugía el timo de un ratón que tenía tres días de edad, y observar la deficiencia que sufrió posteriormente su recuento de linfocitos, que luego fueron denominados células T, en referencia al órgano de donde provenían.

Timo en un adulto
Lo del cambio de tamaño es llamativo. Proporcionalmente al tamaño del cuerpo, el timo es muy grande en el momento del nacimiento. En el ser humano alcanza su peso máximo en la pubertad (20-37 gramos), y, a partir de ahí, se va atrofiando y disminuyendo en tamaño, aunque sigue cumpliendo su función. El timo de una persona de 75 años pesa unos 6 gramos. 

El proceso de generación de los linfocitos es complejo. En realidad, se originan en la médula espinal. Desde allí se trasladan a la corteza del timo, donde primero reciben el nombre de timocitos.  Durante el proceso de maduración en el timo, se diferencian en linfocitos T cooperador (CD4+) o bien en linfocitos T citotóxico (CD8+). Los linfocitos así desarrollados circulan posteriormente por la sangre y el sistema linfático hasta que son activados al contactar con un antígeno específico.

Últimamente se está hablando mucho de los linfocitos T en relación con su papel de refuerzo a la hora de prolongar la eficacia de las vacunas contra el SARS-COVID-2. La razón es porque las células B y las células T "ven" el virus de diferentes maneras.

Extraigo algunos párrafos del artículo "COVID: why T cell vaccines could be the key to long-term immunity"  de Sheena Cruickshank, profesora de Ciencias Biomédicas en la Universidad de Manchester, aparecido en The Conversation en enero de 2022:

"En términos generales, las células B reconocen las formas en el exterior del virus, creando anticuerpos que se traban o acoplan con ellas (un poco como dos piezas de rompecabezas que coinciden). En cambio, las células T reconocen fragmentos de los aminoácidos que componen el virus, incluyendo fragmentos que normalmente se encuentran en su interior.

Los anticuerpos (en blanco) uniéndose a las proteínas
del virus que causan la enfermedad
Cada virus tiene muchas características únicas, tanto por dentro como por fuera. La respuesta inmune de una persona puede acabar produciendo una variedad de células T y células B que, entre ellas, atacan una amplia gama de esos rasgos. Esto se llama "amplitud de respuesta". Una buena amplitud de respuesta involucra a muchos linfocitos diferentes que ven diferentes partes del virus, lo que hace que sea muy difícil para el virus ocultarse completamente.


La variante ómicron preocupó a muchos investigadores porque una parte clave de su estructura externa a la que se dirigen los anticuerpos, la proteína espiga o "spike", tiene muchas mutaciones, lo que reduce la capacidad de los anticuerpos para unirse al virus y neutralizarlo.

Sin embargo, debido a que las células T se enfocan en otras partes del virus, es posible que tales mutaciones no impidan identificarlo. Esto es tranquilizador, porque la proteína espiga del virus ha cambiado mucho durante la pandemia, lo que sugiere que siempre podría estar mutando fuera del alcance de los anticuerpos. Sin embargo, las células T deberían ser menos susceptibles a la mutación viral. Las células T diseñadas para combatir la COVID también parecen durar mucho más en el cuerpo humano que los anticuerpos.

¿Qué significa esto para las vacunas?

Muchas de las vacunas diseñadas hasta la fecha, incluidas las de Moderna, Pfizer y AstraZeneca, se han centrado en un solo objetivo principal del coronavirus: su proteína espiga. Estas vacunas han sido tremendamente efectivas en la generación de anticuerpos. También estimulan una respuesta de células T a la proteína espiga.

Pero ahora que entendemos más sobre el papel de las células T, la importancia de tener una respuesta amplia de estas células y el problema de la disminución de anticuerpos, tal vez deberíamos considerar reenfocar nuestras estrategias de vacunas y dirigirlas a generar células T y a apuntar a más de una proteína.

Estas vacunas de células T podrían ser la clave para fortalecer la inmunidad existente y generar una protección duradera contra síntomas graves generados por variantes del virus que causa COVID. Si esto es así, esas vacunas serían una contribución fundamental para ayudar al mundo a convivir con la COVID en forma más segura".

O sea que entender mejor el funcionamiento del timo y de los linfocitos-T que produce, puede tener un papel fundamental para combatir más eficazmente las futuras pandemias, que haberlas, las habrá.
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Posdata: Para terminar con una nota un poco frívola en medio de toda esta información científica, no me resisto a constatar, porque mucha gente lo desconoce, que las famosas mollejas de cordero lechal, plato tan apreciado de la cocina castellana, son precisamente los timos de estos animales. Aquí la imagen en "crudo" y ya cocinadas:


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2 comentarios:

  1. LAS MOLLEJAS SON MUY SABROSAS, EL ARTICULO MUY INTERESANTE
    GRACIAS
    PEDRO DE ORTE ARRAZUBI

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  2. Gran trabajo Ángel. Habrá que hacerlo llegar a expertos "timadores" para que recojan el guante. Un abrazo

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