viernes, 7 de octubre de 2022

Homo PlusquamSapiens (ca. 10.000 d.C.)

Australopithecus, Rhodesiensis y Neanderthalensis
Galería de los Homínidos, MEH - Burgos
Fotos: Roberto Sáez
Una de las salas más populares del Museo de la Evolución Humana, en Burgos, es la "Galería de los Homínidos". Allí se muestran reproducciones de cuerpo entero, bastante realistas (en base al conocimiento que ahora tenemos), de cómo pudieron ser 10 de las especies de homínidos que nos han precedido, desde la más antigua, el Australopithecus afarensis (ca. 3 millones de años, la famosa "Lucy") hasta el Homo Rhodesiensis (ca. 300.000 - 160.000 años) y el Homo Neanderthalensis (ca. 40.000 años). 

En esas figuras se puede apreciar cómo fueron evolucionando las distintas características físicas: altura, peso, corpulencia, tamaño craneal, morfología del rostro, estructura de columna vertebral, pelvis, extremidades, etc... en el viaje de adaptación que, durante miles y miles de años, emprendieron, desde el continente africano a todos los confines del planeta. Sólo características físicas externas, porque es lo que nos permite deducir el análisis del registro fósil (básicamente, huesos), aunque, a partir de ellas, los paleontólogos puedan formular hipótesis sobre otros aspectos funcionales: modo de locomoción, alimentación, habilidades manuales, capacidad de abstracción, ritos funerarios, etc...

Del Homo Sapiens de hace 10.000 años se va obteniendo mucha información, porque, además del registro fósil, empieza a dejar "huellas" de su actividad, en forma de asentamientos, herramientas, arte rupestre, lugares de encuentro o, quizá, de culto. Por ejemplo, ahora sabemos que el yacimiento de Göbekli Tepe, en el sudeste la actual Turquía, estuvo habitado por cazadores-recolectores entre el 9.600 y el 8.200 a.C., bastantes siglos antes de que empezara la agricultura y la ganadería.

Bien, le damos al "fast-forward" 10.000 años y nos encontramos en el presente. Primer cuarto del siglo XXI. Mundo convulso, globalizado pero diverso, con sus logros incontestables y sus muchas incertidumbres... Pero, aparquemos en lo que dura este post las preocupaciones y hagamos un ejercicio de prospectiva: si el Homo Sapiens evita todas las muchas oportunidades que seguro se le presentan de cargarse el planeta (por la vía rápida tipo guerra nuclear o por la lenta, tipo catástrofe ambiental o climática), ¿cómo podría ser el Homo Sapiens de dentro de 10.000 años?


Siempre que pienso en estos temas me viene a la memoria la canción "In the Year 2525" (Zager and Evans, 1969). En la letra ya se ve que no eran muy optimistas sobre ese futuro:

"In the year 9595
I'm kinda wonderin' if man is gonna be alive
He's taken everything this old earth can give
And he ain't put back nothing".

"En el año 9595
Me pregunto si el hombre existirá
Ha tomado todo lo que esta vieja tierra puede dar
Y no ha devuelto nada".

Pero, afortunadamente, hay paleontólogos más optimistas, como Nicholas R. Longrich, de la Universidad de Bach en UK, que, en marzo pasado publicó en "The Conversation" este interesante artículo: "Future Evolution: From Looks to Brains to Personality, how will Humans Change in te Next 10.000 Years? del que he extraído gran parte de la información para este post.

Lógicamente se basa en asumir que las grandes tendencias que nos han traído hasta aquí continuarán, aunque quizá matizadas, hacia el futuro. A veces se argumenta que la civilización acabó (o, al menos, distorsionó) el mecanismo de la selección natural que representó, desde el origen de la vida, el gran motor de la evolución. Con menos depredadores de los que defenderse, con las necesidades básicas mejor resueltas (no para todo el mundo), con las enfermedades más controladas (gracias a higiene, vacunas, antibióticos,...), con menos impacto de guerras y conflictos (en términos globales), parecería que ya hasta los menos adaptados, en lenguaje darwiniano, pueden disfrutar de una mayor duración y calidad de vida.

El matiz es que el "motor" de la evolución no es tanto la supervivencia de los más adaptados, sino la reproducción de los más adaptados, por lo que, una primera conclusión del artículo es que, probablemente, la selección sexual tendrá un papel muy relevante en la evolución a futuro. 

Vamos a ir acompañando a Longrich en su razonamiento sobre la posible evolución de algunas características de nuestra especie.

1) Longevidad - Está claramente relacionada con la tasa de mortalidad, especialmente en las primeras etapas de la vida. Se estima que, en el Neolítico, la mortalidad infantil era superior al 50%, la esperanza de vida (recordemos que es una media) 35 años y la longevidad (la edad que podían alcanzar algunos individuos), unos 70 años. Lo cierto es que estos parámetros han ido evolucionando muy lentamente hasta hace unos dos siglos. Fue en el XIX cuando, gracias sobre todo a los avances en higiene, nutrición y medicina, no al mecanismo de la evolución, la mortalidad infantil se fue reduciendo drásticamente, y la esperanza de vida aumentando de forma paralela.



Hoy día, la esperanza de vida promedio en el mundo es de unos 70 años y que un hombre o mujer (sobre todo mujer) viva hasta los 90 o 100 años es bastante frecuente. Es bastante probable que, dejando actuar a los mismos mecanismos (higiene, nutrición y muy especialmente medicina), la esperanza de vida y la longevidad sigan prolongándose, pero no de manera lineal, sino más bien asintótica, hasta un tope que podría establecerse en los 120-140 años (parece que ciertos órganos del cuerpo humano, por muy bien que se traten, no dan para más). Para otros "saltos cualitativos", deberían intervenir otros factores, más relacionados con la selección o la edición genética, de la que hablaremos más adelante.

2) Tamaño y Fuerza - Salvo pequeñas oscilaciones, también los homínidos han sido progresivamente más altos, partiendo de los 120-150 cm del Australopithecus o del Homo Habilis. En la actualidad, los individuos más altos, en promedio, se dan en Holanda: 183 cm los hombres y 170 cm las mujeres. Aquí también los hábitos alimentarios han tenido una gran influencia, y quizá a futuro la selección sexual pueda tener una mayor influencia en aumentar la altura media de la especie. 

En paralelo, la densidad ósea y muscular ha ido decreciendo. Los hombres del Neolítico tenían unos huesos más pesados y eran más musculosos. La fuerza física fue siendo cada vez menos necesaria, y pasamos más horas en reposo, en una mesa, frente a un teclado o al volante de un automóvil. Parece lógico pensar que esta tendencia continúe y que los hombres del futuro sean más altos y más ligeros (se podría objetar que también el sobrepeso representa hoy día una tendencia innegable en los países desarrollados, pero quizá ahí sea donde, de nuevo, la selección sexual pueda aparecer, haciendo que esos individuos sean menos atractivos como pareja).

También nuestras mandíbulas y dientes son más pequeños que los de los Sapiens cazadores-reproductores, debido, sobre todo, al cambio de hábitos en la alimentación.

3) Aspecto - Cuando salieron de África, todos los sapiens tenían un aspecto similar. Fue la presión selectiva de los diferentes climas a los que se tuvo que enfrentar, junto con los estilos de vida que se fueron estableciendo y, también, los estándares de "belleza" o atractividad de cada comunidad o tribu lo que fue configurando la diversidad que aun hoy día reconocemos, desde un bantú del África Ecuatorial a un inuit de Alaska a un nórdico de Suecia o un mandarín de China.

Pero en un mundo globalizado las circunstancias han cambiado. Para buscar pareja no estás limitado a los 100-500 km alrededor de tu aldea, que podía ser tu área de influencia hasta hace unos pocos siglos, sino que, en un viaje transoceánico de 20 horas, te plantas en las antípodas.

La predicción de Longrich es que vamos a un mundo de "híbridos", es decir, que cada vez habrá más casos de emparejamientos inter-étnicos lo que, a largo plazo, podría traducirse en una mayor homogeneización del aspecto humano. Salvo que entren en juego las ideologías, las religiones o los nacionalismos excluyentes, que sigan propiciando los emparejamientos entre individuos de la misma "raza". 

4) Inteligencia - Aquí la "mala noticia" es que, como especie, nuestros cerebros son cada vez más pequeños. El "pico" de tamaño se dio hace 10.000 - 20.000 años, antes de que el hombre del Neolítico se hiciera sedentario y comenzara a ser agricultor y ganadero. La explicación que dan los expertos es que el cerebro es el órgano que, proporcionalmente, consume más energía en el cuerpo humano, hasta un 20%. La vida del agricultor-ganadero era menos exigente, en muchos aspectos, que la del cazador-recolector. Y también, una sociedad con especialistas (unos cultivan los campos, otros fabrican vasijas, otros elaboran el pan, otros defienden el poblado,...) requiere menos potencia mental individual que una de generalistas (donde todos tienen que "saber un poco de todo"). Y en esa dirección parece que actuó la selección natural: ahorro de energía individual, pero sin perder la "inteligencia colectiva".


Porque menos cerebro no quiere decir menos inteligencia. Parece que lo que marca la evolución es que "aparcamos" o reducimos ciertas habilidades pero, a cambio, potenciamos otras.

A futuro, es probable que esta tendencia continúe. Sobre todo si, cada vez más, vamos "externalizando" ciertas funciones en fuentes externas, por no hablar del modelo cyborg.

5) Personalidad - Aquí voy a enlazar a Longrich con María Martinón-Torres, reciente autora del libro "Homo Imperfectus", cuyo subtítulo es "¿Por qué seguimos enfermando a pesar de la evolución?". Sin ánimo de hacer spoiler (recomiendo encarecidamente leer el libro), adelanto que una de las tesis de María es que "muchas de las enfermedades que nos acorralan son la consecuencia de un desajuste entre el mundo nuevo que nosotros mismos hemos creado y una biología que evolucionó en un entorno completamente distinto... la evolución es una canción que se tararea en adagio, frente al presto trepidante con el que Homo sapiens transforma el mundo".

Porque también Longrich señala que, aunque algunas características "negativas" de la personalidad del sapiens se han visto atenuadas con la civilización (la violencia y agresividad, en términos generales, por ejemplo), hay necesidades psicológicas basadas en instintos, deseos y temores ancestrales que van por detrás, y necesitan una mayor adaptación a los "tiempos modernos". Y ese "gap" de adaptación es lo que determina que ansiedad y depresión sean dos de las patologías que, desgraciadamente, siguen en aumento en las sociedades más desarrolladas.

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En resumen: Según Longrich, el hombre del 10.000 d.C. será más longevo, un poco más alto y más ligero, con una apariencia más homogénea y con menos masa cerebral, aunque su inteligencia se verá potenciada por la interacción con fuentes externas de conocimiento. Eso sí, quizá mantenga las mismas dudas existenciales y temores a lo desconocido que sus antepasados de las cavernas.
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Adenda: En junio de 2017 el diario británico "The Sun", muchas veces tachado de "sensacionalista", publicó una predicción sobre cómo sería el hombre del año 3.000 d.C., basándose, según dijo, en consultas a expertos en evolución, Éste es el resumen:

– Seremos más altos, debido a la mejora de la nutrición y la ciencia médica. 

– Nuestros intestinos se acortarán para que no absorbamos tanta grasa y azúcar, una forma natural de evitar la obesidad.

– Si la fertilidad masculina desciende aún más, los testículos serán más pequeños.

– Nuestras extremidades más utilizadas cambiarán drásticamente: los brazos y los dedos se alargarán para reducir la necesidad de llegar demasiado lejos, y las terminaciones nerviosas de las manos y los dedos aumentarán debido al mayor uso de dispositivos como los smartphones que necesitan una compleja coordinación ojo-mano.

– Tendremos cerebros más pequeños, tal vez porque nuestros ordenadores memorizan y piensan mucho.
 
– Los ojos serán más grandes para compensar las bocas más pequeñas. La comunicación se basará en las expresiones faciales y los movimientos oculares.

– Podría haber menos dientes, ya que los alimentos más blandos necesitan menos masticación y bocados. Incluso podríamos obtener nuestra nutrición de líquidos o pastillas en el futuro, lo que podría significar menos dientes y mandíbulas retraídas.

– Todos tendrán la misma forma de nariz porque el clima tendrá menos influencia en las narices anchas o estrechas gracias al aire acondicionado y la calefacción central.

– La calefacción central y la ropa de abrigo significa que serán menos peludos pero habrá más arrugas como resultado de mirar los dispositivos electrónicos.

También podríamos terminar con "cuellos de pavo" caídos porque el sol adicional causará piel suelta y párpados holgados.

Y la piel será más oscura, a medida que la gente se mueva por el planeta y las razas se mezclen.
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Incluso se atrevió a hacer un retrato futurista:



Sí que parece un poco sensacionalista. Esperemos que el ilustrador no acierte.
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1 comentario:

  1. Excelente
    Tras su lectura me surgen nuevas ideas
    Apasionado de la biología, genética y evolución, así como de las neurociencias, por curiosidad y profesion

    Un saludo

    Pedro De Orte Arrazubi

    En Santander, Cantabria

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