Pero claro, durante y después del viaje, la curiosidad te lleva a leer y conocer más sobre el mundo egipcio, sus dinastías, sus faraones, sus costumbres, sus obras arquitectónicas, su escritura,... Y, en una de esas búsquedas, me "topé" con la siguiente información:
"En 2008 un equipo de investigadores de la Universidad de El Cairo realizó unos análisis genéticos sobre los restos momificados de Tutankamón y otros cuerpos que se creían o se sabía que pertenecían a la realeza del Imperio Nuevo. El análisis paleogenético de su momia arrojó que su linaje paterno (ADN-Y) es el caucasoide-europeoide R1b-M343 y su linaje materno (ADNmit) el también caucasoide-europeoide K (Clan de Katrina)".
Ya comenté en un post antiguo mi experiencia en el año 2007 con el proyecto Genographic, y cómo, a partir de una muestra de saliva, habían determinado mi linaje paterno (cromosoma Y). Aquí tienes de nuevo el certificado:
¡Ostras!... ¡qué me estás contando...!: Haplogrupo R1b (M343)... el mismo que Tutankamón. Pero tranquilo, Mariano. Como bien sabes, esto no significa que los Díaz-Miguel seamos descendientes directos de faraones (Tutankamón solo tuvo dos hijas, que no sobrevivieron a la infancia), sino que estos faraones y nosotros tuvimos un ancestro común. Y no estamos hablando de Adán y Eva en sentido bíblico.
Vamos a entrar un poco más en esto del haplogrupo y a situar ese ancestro.
En genética poblacional, los haplogrupos del cromosoma Y humano (ADN-Y) están determinados por las diferencias que la evolución molecular produce en las secuencias de ADN del cromosoma Y humano a lo largo de milenios, lo que permite trazar la línea de descendencia patrilineal humana, es decir, la herencia genética transmitida exclusivamente de padre a hijo varón (también se conoce como línea agnaticia).
Los haplogrupos reciben una nomenclatura con letras que van desde la A hasta la T. La A representaría el Adán cromosómico-Y, que habría sido un hombre africano (homólogo de la Eva mitocondrial) que en la evolución humana correspondería al ancestro común más reciente humano masculino que poseía el cromosoma Y del cual descienden todos los "cromosomas Y" de la población humana actual.
En este gráfico se representa la evolución de los distintos haplogrupos del Homo sapiens, desde su origen africano (aunque ahora también hay otras hipótesis que sitúan este origen en el Creciente Fértil). En azul las líneas "paternales", correspondientes al cromosoma Y, y en amarillo las "maternales", provenientes del ADN mitocondrial.
Origen del marcador M343 |
¿Y cuándo sucedió esa mutación? Pues los cálculos, necesariamente aproximados pues todo depende de lo que se va descubriendo y analizando, la sitúan hace unos 23.000 años.
O sea, por poner los datos en perspectiva: hace unos 23.000 años, un Homo sapiens que vivía por la actual Rusia, desarrolló una mutación en su cromosoma Y (la que hoy se denomina M343) que transmitió a sus descendientes masculinos. Y éstos, a su vez, a los suyos... y así sucesivamente a lo largo de milenios y generaciones, llegando hasta Tutankamón y a mí (y al 50% de los varones europeos).
Bien, aclarado el grado de "parentesco" con el faraón, la pregunta que surge es: ¿Cómo llegó un individuo (o una familia) de marcador genético "caucasoide-europeoide" a ser una de las familias principales del Egipto del siglo XIV a.C.? La primera consideración es que las líneas de difusión del gráfico anterior muestran las migraciones más significativas, pero no son exclusivas. O sea, que, a lo largo de los milenios, individuos con el marcador M343 se movieron, fundamentalmente, hacia el oeste, pero no sólo; también hubo individuos que fueron al este, al norte y al sur, aunque en mucha menor proporción.
Es lo que, en la actualidad, da lugar a este distinto grado de presencia de individuos con haplogrupo R1b en las distintas zonas de Europa, Asia y África:
Laysan Utyasheva (n. 1985), ex gimnasta rusa de la etnia Baskir, que bien podría pasar por Faraona |
En el Egipto actual, menos del 7% de la población pertenece al haplogrupo R1b. La hipótesis más compartida para explicar el origen genético de los faraones antepasados de Tutankamón que fundaron la XVIII Dinastía es que pudieron provenir de la zona siria/mesopotámica, región que, en diversos períodos de la historia, estuvo bajo el dominio o la supervisión del Imperio Egipcio.
Esto cambió rápidamente (en términos históricos): también se ha podido analizar recientemente la momia de Ramsés III, el 2º faraón de la XX Dinastía, cuyo mandato empezó el año 1184 a.C. (unos 200 años después de la muerte de Tutankamón). Su haplogrupo era muy diferente, E1b1a (M96), de origen netamente africano.
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No termino de creer que desde Rusia regresaran, hace muchos-mil años ,portadores de la mutacion M343 a Egipto y menos aun al Chad.
ResponderEliminarLo que si me creo, y me congratula, es que la bella gimnasta eslava sea (tatara)^n-nieta de Nefertiti, uno de mis amores platonicos
Creo que fue Isaac Asimov quien escribió que de los egipcios sabemos lo mismo que sabrían unos extraterrestres sobre nosotros si pasados miles de años excavaran y encontraran lápidas de cementerios e inscripciones en piedra de algunos edificios notables. Es decir, nada.
ResponderEliminarSi a España llegó primero una dinastía desde Borgoña, la siguiente desde Austria y la siguiente desde Francia, a Egipto, que tuvo más de 30 le pudieron llegar de cualquier parte y por razones diversas, pero nunca lo sabremos. La Arqueología no puede suplir a la documentación histórica, sólo corroborarla o desmentirla.
Buen articulo.
ResponderEliminarMuy curioso todo esto de la genética. Me surge la duda de saber si todos somos hermanos, hijos de un mismo padre/madre o no.
Lo cierto es que el tiempo, que aún no sabemos lo que es, puede traernos, si descubrimos cual es su naturaleza, grandes sorpresas.