Si buscas en Google información sobre el Instituto Eliava de Tiflis (República de Georgia), rápidamente encuentras su página web, donde te recibe este rótulo de la derecha:
(Paréntesis: Es curioso el idioma georgiano, y la historia de Georgia en general, donde una gran parte de su territorio era conocida en la antigüedad por griegos y romanos como Iberia, donde habitaban "los íberos del Este"; quizá haya que dedicarle un post específico).
Salvo que seas experto en georgiano, lo único que seguramente lees del rótulo, como es mi caso, sea el año: 1923. Lo que da una pista de que estamos ante una institución centenaria...
Afortunadamente, la página web también tiene su versión en inglés y así podemos ver de qué se trata:
Fagos desde 1923
El Instituto George Eliava de Bacteriófagos, Microbiología y Virología fue fundado en 1923 y, desde entonces, continua su tradición de investigación científica en bacteriófagos.
Y entonces te preguntas: ¿qué son los bacteriófagos y quién fue George Eliava? Empezamos con el científico. Nacido en Sachkhere, Georgia, en 1892, fue un microbiólogo de brillante carrera, cuyo futuro quedó marcado tras su estancia, entre 1918 y 1921, en el Instituto Pasteur de París, donde trabajó intensamente con el también microbiólogo Félix d´Hérelle, el co-descubridor (en 1917, siguiendo los trabajos del bacteriólogo inglés Frederick W. Thort) de los bacteriófagos.
¿Y que son los bacteriófagos, normalmente abreviados como "fagos"? Pues, dicho en plata y como su nombre sugiere, son virus que se comen a las bacterias. El anuncio de d´Hérelle hablaba del "descubrimiento de un microbio invisible y antagonista del bacilo de la disentería".
A principios de 1919, d´Hérelle aisló bacteriófagos de las heces de pollo y trató con ellos con éxito una plaga de tifus aviar. Después de este exitoso experimento con pollos, se sintió preparado para el primer ensayo en seres humanos. El primer paciente que se curó de disentería mediante terapia con fagos lo hizo en agosto de 1919. Muchos más siguieron su ejemplo.
|
Fagos atacando a una bacteria (simulación) |
Se iniciaba así una prometedora vía de lucha contra las bacterias. Acababa de terminar la 1ª Guerra Mundial, donde se estima que, a consecuencia de las infecciones y contagios bacterianos, y de las escasas herramientas para combatirlos, fueron hospitalizados unos 5 millones de soldados y muchos de ellos murieron.
La terapia con fagos se convirtió rápidamente en un fenómeno de gran éxito y una gran esperanza para la medicina. En 1924, d´Hérelle recibió el doctorado honorario de la Universidad de Leiden, así como la medalla Leeuwenhoek, que sólo se concede una vez cada diez años. Fue nominado ocho veces al premio Nobel, pero nunca le fue concedido. Sin embargo, la producción industrial de bacteriófagos tuvo en su inicio muchos intentos fallidos y críticas, por lo que su uso no llego a generalizarse en esos años.
La terapia con fagos experimentó un gran auge, a pesar de todos los problemas, durante la 2ª Guerra Mundial, impulsada por los militares de ambos bandos en un esfuerzo por mantener a las tropas a salvo, al menos de las infecciones. Sin embargo, en 1941 se consiguió la producción industrial del nuevo antibiótico, la penicilina, su eficacia se hizo de conocimiento público y se abrió camino en los hospitales de Occidente. Como era más fiable y fácil de usar que la terapia con fagos, pronto se convirtió en el método de elección, a pesar de los efectos secundarios y los problemas con las bacterias resistentes. Sin embargo, la terapia con fagos siguió siendo un tratamiento común en los estados de la Unión Soviética, y el Instituto Eliava...
Bien, ¿y por qué, en 2024, se vuelve a hablar de los fagos y de su prometedor futuro para luchar, de nuevo, contra las bacterias?
Pues porque la historia de los antibióticos es una sucesión de nuevos descubrimientos y, a los pocos años, constatar que algunas bacterias han desarrollado poderosas resistencias a cada uno de ellos: las llamadas "superbacterias". En este cuadro se ve la línea temporal de la aparición de algunos de los antibióticos más conocidos y, también de las primeras bacterias resistentes (por ejemplo, Penicilina: 1942 - 1947; Tetraciclina: 1952 - 1959):
En resumen, toda bacteria tiene su fago; basta con hallar el adecuado y hacia ahí se encamina la investigación más reciente. Se buscan los fagos donde hay más bacterias: en aguas residuales, cuevas, el mar, el campo... Muchos viven, también, en nuestro organismo.
El problema en Europa (y el mundo occidental en general) es que, excepto en Bélgica, el tratamiento con fagos solo se autoriza "para uso compasivo", que viene a ser como un último recurso antes del trasplante. Sólo hay 5 países donde el uso de fagos está integrado en el sistema sanitario: Rusia, Polonia, Kazajistán, Eslovaquia y Georgia.
El microbiólogo español Pedro García Martos lleva 44 años investigando fagos en el Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC. Su aspiración es que "no haya que irse hasta Tiflis para salvar la vida. Las autoridades sanitarias y las agencias de medicamentos deben regular ya el uso de fagos. Están en juego miles de vidas humanas".
___________________________________________________
Posdata 1: El microbiólogo George Eliava y su esposa fueron fusilados en 1937, en una de las purgas ordenadas por Joseph Stalin (también nacido en Georgia, por cierto). Fueron acusados de ser "enemigos del Pueblo", aunque se sospecha que la causa real fue que Eliava se había enamorado de la misma mujer que Lavrenti Beria, el todopoderoso jefe de la policía secreta soviética (sí, lo has adivinado... también era georgiano)
Posdata 2: La iniciativa europea EU-JAMRAI (European Joint Action on Antimicrobial Resistance and Healthcare-Associated Infections), que cuenta con 120 asociados en 30 países, tiene como misión "liderar la lucha contra la resistencia a los antimicrobianos mediante una acción conjunta y coordinada en toda Europa. Nos comprometemos a promover la colaboración interdisciplinaria entre países, instituciones y sectores para salvaguardar la eficacia de los antimicrobianos y proteger la salud pública, ahora y en el futuro".
El año 2020 lanzó un concurso internacional para diseñar un símbolo de la lucha antimicrobiana. El ganador fue el diseñador sueco David Ljungberg. Según cómo lo mires, pueden ser dos corazones entrelazados (que expresan la necesidad de cuidarnos) o dos cápsulas de medicamento (la necesaria investigación científica para desarrollar nuevos tratamientos).
Posdata 3: La "pista" para este post me la dio
Ana Tamayo, con su charla en Naukas 2024 titulada: "
1928. Serendipia. Superbacterias". La puedes ver completa (son 10 minutos)
aquí.
_______________________________________________________
La historia de la Ciencia también es de las que se repiten. Primero “matamos moscas a cañonazos” (ej. DDT) y luego ya somos más selectivos.
ResponderEliminarA los insectos también los logramos controlar con productos químicos y ahora preferimos los naturales (extractos de plantas en los insecticidas caseros) o usando a sus propios depredadores (pájaros, murciélagos, otros artrópodos…) o ayudando a la agricultura con bacterias “buenas” para las plantas.
Parece lógico que después de constatar la resistencia a los antibióticos pensemos que la siguiente etapa de investigación debe centrarse en los bacteriófagos, sus propios depredadores, pero desde el punto de vista de un inversor, la resistencia es sólo la oportunidad de investigar y patentar otra molécula, que dé mayores ingresos al laboratorio que lo consiga, cambiando lo mínimo la estructura empresarial del sector. “Que todo cambie para que todo siga igual”, como le hacía decir Lampedusa a su personaje.
No debemos olvidar que hoy en día la inmensa mayoría de la investigación científica viene condicionada, directa o indirectamente, por la posibilidad de obtener beneficios materiales y a corto plazo, no por ayudar a los seres humanos. Por eso las enfermedades del Tercer Mundo sólo importan en tanto nos afectan a los del Primero (una derivada positiva de la globalización, por cierto).
Aquí veo yo una oportunidad para los políticos que quieran hacer trascendente su trabajo.