viernes, 27 de marzo de 2020

Sangrías, Zurras, Limonadas y Zurracapotes




Seguro que si digo Tara o Twelve Oaks (Los Doce Robles) a todos nos viene a la cabeza la Georgia sureña del siglo XIX que retrata "Lo que el viento se llevó" ("Gone with the Wind"). Pero, si digo Sangaree, es mucho menos conocido; quizá a alguno le pueda sonar la película de 1953 titulada en español "La mansión de Sangaree" y protagonizada por Fernando Lamas y Arlene Dahl. También está ambientada en Georgia, concretamente en Savannah, pero un siglo antes, en 1783, justo al final de la Guerra de Independencia norteamericana. 


La película está basada en el libro de igual nombre, obra del médico y escritor estadounidense Frank G. Slaughter (1908-2001), publicado en 1948. Ya se ve, por la contraportada del libro, cómo al editor le interesaba relacionar las dos "epopeyas", me imagino que para captar más lectores. Pero, más que la historia, lo que me interesa para este post es el título: Sangaree. Si, con un poco de imaginación, tratas de pronunciarlo como lo haría un anglosajón medio, ¿qué te sale? "sangarii" --> sangrii --> sangre.  No sé por qué Slaughter eligió ese nombre para la plantación de Georgia que da título a su novela, pero me sirve para hablar del origen de la sangría (bebida) y de los brebajes relacionados.

Sangaree de Oporto
Porque, efectivamente, el diccionario Merriam-Webster cita 1736 como el año en que se registra el primer uso conocido de "sangaree", palabra que define como "a sweetened iced drink of wine or sometimes of ale, beer or liquor, garnished with nutmeg". O sea que vino, azucar y nuez moscada son los ingredientes básicos; también hay variantes con cerveza o licor. Y que se sirve muy frío. Nótese que no se menciona ninguna fruta como ingrediente. Y el mismo diccionario atribuye el origen de la palabra a la voz española "sangre" (por el color del brebaje). En cuanto a su origen geográfico, otros estudios lo sitúan en las Antillas caribeñas, en época de dominio español, usando vino de Madeira o de Oporto, y a veces sustituyendo el vino por ron. 



Lo de mezclar el vino viene de antiguo, probablemente porque ese vino primitivo, donde los distintos procesos de fermentación (alcohólica, maloláctica) no estaban bajo control, era complicado de beber sólo. El famoso hipocrás, mezcla de vino con miel y especias (nuez moscada, canela, clavo, jengibre, pimienta negra,...), tomado caliente, fue muy popular en Europa en toda la Edad Media. Y de esa misma época surge, según la leyenda y la tradición, la limonada que se prepara en el Barrio Húmedo de León cada Semana Santa. Para cumplir con la políticamente incorrecta costumbre de "matar judíos". Que consiste, lejos de su literalidad, en tomarse 33 vasos de limonada (correspondientes a la edad de Cristo al morir) entre el Viernes de Dolores y el Domingo de Resurrección (algunos reducen el plazo, con las consecuencias esperables).

La limonada leonesa consiste en vino rebajado con agua, azúcar, fruta (limón y naranja) y canela. Y ya incorpora el proceso de "maceración", esto es, de prepararlo con unos días de antelación, para que la mezcla "tome cuerpo" (traducción: que al tercer vaso tienes la cabeza como un bombo). 

Preparando el  zurracapote
Y llegamos a un debate similar al del huevo y la gallina: ¿Qué fue antes, la zurra o el zurracapote? Porque a nadie se le escapa que tienen que tener alguna relación. La zurra, en versión simplificada, podríamos decir que es una limonada con brandy y que geográficamente se ubica más en La Mancha. El zurracapote, en cambio, es riojano por excelencia. En principio, sin brandy ni licores añadidos y, a veces, añadiendo el melocotón como fruta autóctona. Normalmente se prepara en grandes cantidades (la unidad de medida básica en la receta es la cántara: 16 litros) para consumo en peñas y "cuartos".

Del Diccionario Etimológico de Joan Corominas

Y, por último, hace su aparición la sangría. Con la sorpresa de que la palabra "sangría", con el significado de bebida, ni es tan antigua como pudiera pensarse ni está relacionada con la operación que realizaban cirujanos y curanderos desde la antigüedad. En efecto, el reputado Joan Corominas, en su famoso "Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana" así lo deja entrever. Lo primero, constata que tal acepción no estaba en el Diccionario de la Real Academia Española de 1780, sino que hace su aparición en el de 1832.

Y lo segundo, dice que es "improbable que sea acepción figurada de sangría" (con el significado de "sangradura"). Y aún más. Del hecho de que el "sangaree" inglés pasase al menorquín "sèngri" en los tiempos de la ocupación británica de la isla, le hace concluir que "prueba que el vocablo no se empleaba entonces en castellano ni catalán". O sea que es palabra importada.

Bajo el nombre de sangría se conoce hoy día a cualquier combinación con vino, azúcar, fruta y canela como ingredientes básicos, a los que se puede añadir gaseosa, refresco de limón y un "chorrito" de cualquier licor (vermú, brandy, cointreau, triple seco, ...) normalmente servida en jarra de boca ancha y con mucho hielo. Muy asociada en España al verano y al turismo.

Quizá fueron los primeros turistas ingleses en la Costa del Sol los que empezaron a pedir que les prepararan un "sangaree" para combatir el calor. Y la interpretación local fue la jarra de sangría. Lo que sí está demostrado es que fue en 1964, con ocasión de la Feria Mundial de Nueva York, cuando desde el Pabellón Español se dio a conocer al mercado americano y al mundo entero la sangría española:


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A nuestra ilustradora habitual, Tatiana R., le ha llamado la atención la costumbre leonesa de "matar judíos", y le ha inspirado esta peculiar "procesión":

"Me ha llamado mucho la atención lo de los 33 vasos de limonada desde el Viernes de Dolores (de ahí las lágrimas de limonada en el primer vaso) hasta el Domingo de Resurrección (de ahí los rayos en el trigésimo tercer vaso) en el Barrio Húmedo. Como si de una peregrinación se tratase, de ahí los capirotes que, además, representan las tapas con las que se sirve la limonada, que es una buena y típica costumbre española".

(Ilustración de Tatiana Restrepo - www.tatisart.es )

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Posdata: Este artículo lo tenía "cocinado" hace ya unas semanas (podría decir "a.V." - "antes del Virus"). Me temo que este año no va a haber limonada en el Barrio Húmedo (supongo que sí en las casas) y toda la Semana Santa va a ser muy extraña. Esperemos que, en el futuro, se recuerde este año 2020 igual que se recuerda en los libros a "1816 - el año que no hubo verano", como "2020 - el año en que aprendimos a cuidar unos de otros". Ojalá. 

1 comentario:

  1. Con la que está cayendo, hay días que me daría a la bebida. Qué mejor que una sangría. Me acuerdo de los veranos de mi más tierna adolescencia, que preparábamos limonada en los cumpleaños y los guateques, y bebiamos sin que a nadie le importara que no hubiéramos cumplido la mayoría de edad.

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