viernes, 14 de junio de 2024

La pequeña glándula donde Descartes situó el alma humana

En 1649, en su obra "Les passions de l´âme", el filósofo francés René Descartes (1596-1650) hacía esta curiosa reflexión sobre la localización del alma en el cuerpo humano (texto original francés en la foto):

Art. 31. Que hay en el cerebro una pequeña glándula en la que el alma ejerce sus funciones más particularmente que en las demás partes.

También es necesario saber que, aunque el alma esté unida a todo el cuerpo, hay sin embargo en él alguna parte en la que ejerce sus funciones más particularmente que en todas las demás. Y se cree comúnmente que esta parte es el cerebro, o quizás el corazón: el cerebro, porque es con él con quien se relacionan los órganos de los sentidos; y el corazón, porque es como en él donde sentimos las pasiones. Pero, examinando la cosa con cuidado, me parece haber reconocido evidentemente que la parte del cuerpo en la que el alma ejerce inmediatamente sus funciones no es en absoluto el corazón, ni tampoco todo el cerebro, sino sólo la parte más interior de sus partes, que es una cierta glándula muy pequeña, situada en el medio de su sustancia, y tan suspendida sobre el conducto por el cual los espíritus de sus cavidades anteriores se comunican con los de las posteriores, que los más mínimos movimientos que se realizan en ella pueden cambiar mucho el curso de estas mentes, y recíprocamente, que los más mínimos cambios que ocurren en el curso de las mentes pueden hacer mucho para cambiar los movimientos de esta glándula.


Y continua en el siguiente artículo:

Art. 32. Cómo sabemos que esta glándula es la sede principal del alma.

Esquema de funcionamiento de la
glándula donde residía el alma
 según Descartes
La razón que me persuade de que el alma no puede tener en todo el cuerpo otro lugar que esta glándula donde inmediatamente ejerce sus funciones es que considero que las demás partes de nuestro cerebro son todas dobles, así como tenemos dos ojos, dos manos, dos oídos, y finalmente todos los órganos de nuestros sentidos externos son dobles; y que, sobre todo teniendo en cuenta al mismo tiempo un solo y simple pensamiento de la misma cosa, debe necesariamente haber algún lugar donde las dos imágenes que vienen de los dos ojos, donde las otras dos impresiones, que vienen de un solo objeto, por los órganos dobles de los otros sentidos, pueden unirse en uno solo antes de llegar al alma, de modo que no representen para ella dos objetos en lugar de uno. Y podemos fácilmente concebir que estas imágenes u otras impresiones se juntan en esta glándula por medio de los espíritus que llenan las cavidades del cerebro, pero no hay otro lugar en el cuerpo donde puedan unirse así, excepto como un resultado de lo que son en esta glándula.

Tronco encefálico
Foto: Anatomis90
Es curioso que Descartes, que no era médico aunque dedicó mucho tiempo y esfuerzos al estudio de la neuroanatomía y neurofisiología, se fijara en esa pequeña glándula (del tamaño de un grano de arroz - unos 150 mg - ver foto) que, en su época, se conocía como conarium y que para nosotros es la glándula pineal.

Fue Galeno (siglo II a.C.) el que primero la describió, basándose en algunos trabajos anteriores de Herófilo de Calcedonia (siglo III a.C.), quien la vinculó a funciones valvulares reguladoras del «flujo del pensamiento» en el sistema ventricular. Y le puso el nombre de  κωνάριο (konario= cono de piña).

Pero hubo que esperar hasta bien avanzado el siglo XX para empezar a saber las funciones reales de la glándula pineal. En 1958, el profesor de dermatología Aaron B. Lerner y varios colegas de la Universidad de Yale, con la esperanza de que una sustancia procedente de la glándula pineal pudiera ser útil en el tratamiento de las enfermedades de la piel, la aislaron y a la hormona le dieron el nombre de melatonina. La sustancia no fue eficaz en lo que se esperaba, pero abrió un interesante campo en la medicina, al comprobarse su intervención en la regulación, entre otros, de procesos relacionados con los ritmos biológicos, como la vigilia y el sueño. 

Fue a mediados de los años 70 cuando se demostró la relación de la melatonina con el ritmo circadiano. Y, en 1995, cuando se registró la primera patente para su uso como auxiliar, en dosis bajas, para favorecer el sueño.

El proceso, resumido, es el siguiente: las células fotosensibles de la retina registran la información lumínica, que llega al núcleo supraquiasmático (SPQ) del hipotálamo (ver esquema). Son unas 20.000 neuronas situadas en la parte dorsal del quiasma óptico. El núcleo interacciona con la glándula pineal, que también recibe el nombre de epífisis. Cuando hay luz, no pasa nada, pero, cuando hay oscuridad, el núcleo activa a la glándula pineal para que sintetice y libere melatonina. 


Gráfico: La glándula pineal, el enigmático relojero del sueño - The Conversation - Marzo 2021


Fuente: De Rechargeenergy
Los niveles de melatonina de los bebés humanos se vuelven regulares alrededor del tercer mes después del nacimiento, y los niveles más altos se miden entre la medianoche y las 8:00 de la mañana. A medida que los niños se vuelven adolescentes, el horario nocturno de liberación de melatonina se retrasa, lo que lleva a horas más tardías de dormir y despertarse. La síntesis de melatonina disminuye con el tiempo y abruptamente a partir de los 40 años, de ahí que sea desde esa edad cuando empiezan a aparecer los trastornos más frecuentes del sueño. Existen alimentos que poseen precursores de la melatonina (o sea, que favorecen su producción), tales como la avena, las cerezas, el maíz, el vino tinto, los tomates, las patatas, las nueces, las ciruelas y el arroz.

En la literatura pseudocientífica (basta con que busques en Google) se relaciona con frecuencia a la glándula pineal con el "tercer ojo", concepto asociado a la espiritualidad y la metafísica en varias tradiciones religiosas y filosóficas. Se refiere a un supuesto centro energético o "chakra" que se encuentra ubicado entre las cejas, en el área de la frente. Según algunas creencias, como el hinduismo y el budismo, este "tercer ojo" estaría relacionado con la capacidad de ver más allá de lo físico, de acceder a niveles más profundos de conciencia y de comprensión espiritual. Algunas prácticas como la meditación y el yoga se enfocarían en el desarrollo y activación de este supuesto centro energético.

Quizá, y esto es de mi cosecha, este concepto de "tercer ojo" fuera una asimilación ancestral del ojo parietal (también llamado pineal) que, en algunos peces, reptiles y anfibios, sí que es ciertamente un tercer ojo, aunque, nuevamente, está en la superficie, no en el interior del cráneo. Pero sí que está conectado con la glándula pineal, también presente en estos animales, y que tiene funciones similares a las que hemos comentado para el ser humano.

La tuátara (una especie de iguana que habita en Nueva Zelanda) tiene un ojo parietal desarrollado, con retina y cristalino. ​Los ojos parietales también se encuentra en lagartijas, ranas, sapos y lampreas, así como en ciertos peces como el atún y algunos tiburones. Una versión menos desarrollada, comúnmente llamada glándula paripineal, se encuentra en las salamandras. El ojo parietal no se presenta ni en aves ni en mamíferos. Misterios de la evolución.
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Posdata: Para rizar el rizo, hay algunas creencias que asocian determinadas frecuencias de sonido a un efecto sobre los siete "chakras" que, según la tradición hindú, se encuentran en el cuerpo humano. Y, una de ellas (852 Hz), impactaría directamente sobre la glándula pineal, "para abrirnos a nuestra intuición y comenzar a ver las cosas con más claridad" . Pero eso merece un nuevo post. 
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1 comentario:

  1. Otro post muy interesante Ángel. Gracias por compartirlo. La próxima vez que visite Nueva Zelanda me fijaré más en los tuátaras, porque nadie me habló de su “tercer ojo”.

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