viernes, 7 de junio de 2024

Eldorado

Termina aquí mi particular trilogía sobre la búsqueda del "inmenso tesoro" que, según la leyenda, había salido de España huyendo de la conquista musulmana para recalar, primero, en el Mar Caribe ("Las 7 Ciudades"), después en el interior del continente norteamericano ("Cíbola y Quivira") y, finalmente, en América del Sur. Oro no encontraron, pero qué duda cabe que su búsqueda impulsó de forma notable la exploración y conquista del Nuevo Mundo.

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En febrero de 1539 los tres caballeros de la imagen realizaron una entrada "triunfal" en Santa Fe de Bogotá, fundada apenas seis meses antes, el 6 de agosto de 1538, por uno de ellos (Jiménez de Quesada)  y que serían poco más que un conjunto de chozas y cercados al estilo de la población indígena, los muiscas, que habitaban esas tierras. 

¿Qué tiene esto que ver con la leyenda de Eldorado? Pues vamos poco a poco. Primero, los protagonistas:


Gonzalo Jiménez de Quesada (1509-1579) Nació en Granada, se licenció en Derecho en la Universidad de Salamanca, se curtió como soldado en los Tercios de Flandes y, a mediados de 1535, se embarcó como Justicia Mayor en la flota que trasladó al nuevo gobernador de Santa Marta (Colombia), Pedro Fernández de Lugo, a su nuevo destino en tierras americanas, adonde llegó, con unos 1.200 hombres, el 2 de enero de 1536. Pocos meses más tarde, Jiménez de Quesada organizó una expedición para remontar el río Magdalena porque "por «lenguas de indios» (intérpretes) los gobernadores de Santa Marta y Cartagena se habían enterado de que río arriba había muchos pueblos y riquezas y grandes provincias y señores de ellas". Luego entramos en detalle. 

Nicolas Federmann (ca 1505-1542) Nació en Ulm, Alemania. Su trayectoria estuvo ligada a la familia de banqueros alemanes Welser, a quienes el Emperador Carlos V arrendó una parte del territorio de la actual Venezuela, desde 1528 hasta 1546, para su colonización, a cambio de saldar algunas de las deudas contraídas por el monarca. Desde su capital, Santa Ana del Coro, Federmann participó en las sucesivas expediciones que se organizaron en busca de Eldorado. Luego lo vemos.

Sebastián de Belalcázar (1480-1551), nacido Sebastián Moyano, adoptó el Belalcázar de su pueblo natal, en la actual provincia de Córdoba. De familia humilde, y tras una juventud y primera madurez errante y con pocos recursos, decidió ir a Sevilla y enrolarse hacia el Nuevo Mundo (hay disparidad sobre en qué año se produjo su embarque). El caso es que su vida cambió por completo. Como se suele decir, estuvo "en todos los fregaos" importantes que se desarrollaron en esos años: Darién, Panamá, Nicaragua, Honduras... En 1531, a la muerte de nuestro viejo conocido Pedrarias Dávila, Belalcázar decidió trasladarse al Perú, desde donde lo reclamaba Francisco Pizarro. Allí, de nuevo, participó en numerosas expediciones de conquista y fundación de nuevas ciudades: Quito, Guayaquil, Cali... Pero, lo que nos interesa para el post de hoy, es que, en 1538, con 200 soldados y 5.000 indígenas descubrió el nacimiento del río Magdalena y decidió seguir su curso, pues también al Perú habían llegado noticias de Eldorado.

En esta imagen podemos ver la ruta de estas 3 expediciones (y alguna más) que confluyeron, en 1539, en Santa Fe de Bogotá:



¿Y por qué ese interés en llegar a esa zona del interior de lo que hoy es Colombia? Pues porque las primeras leyendas que se propagaron en las nuevas zonas conquistadas del continente sudamericano sobre lugares exuberantes en oro y riquezas hacían mención al territorio de una tribu amerindia, los muiscas, y, en concreto, a una ceremonia que tendría lugar en una de sus lagunas sagradas, la de Guatavita.  

Efectivamente, los muiscas habían habitado la región que se conoce como altiplano cundiboyacense desde aproximadamente el siglo VI a.C. A la llegada de los españoles, la "Confederación Muisca" comprendía un territorio de unos 47.000 km2 (similar a Aragón) y estaba poblada por unos 2-3 millones de habitantes. 

Buena parte del territorio y la población muisca se hallaba centralizada en dos grandes unidades políticas: al sur el Zipazgo, cuyo soberano era el Zipa, y, al norte, el Zacazgo, cuyo soberano era el Zaque.​ Ambos soberanos tenían relaciones políticas y comerciales estrechas, dada la hermandad étnica y cultural, pero aun así mantenían constantes rivalidades por el control del territorio.

La laguna de Guatavita se encontraba (y se encuentra) en el territorio del Zipa. La ceremonia que dio origen a la leyenda de Eldorado era la de proclamación de un nuevo Zipa, y se realizaba así (copio de la Wikipedia):

"Después del proceso previo por el que tenía que pasar el Psihipqua, heredero del trono del Zipazgo, éste debía ir a la Laguna Sagrada de Guatavita a ofrendar a los dioses. En la orilla de la laguna estaba preparada una balsa de juncos, aderezada y adornada de manera vistosa. En la balsa había cuatro braseros encendidos en los que se quemaba mucho moque, que era el sahumerio de los muiscas, y trementina, con otros muchos y diversos perfumes. Alrededor de la laguna permanecían, como espectadores, toda la nobleza, los principales gobernantes y muchos vasallos, así como los güechas (guerreros) y los chyquy (sacerdotes), adornados cada uno con sus mejores galas y con muchas antorchas encendidas a la redonda. 

Fotograma de la película "El Dorado" de Carlos Saura (1988)
Cuando llegaba el Psihipqua, lo desnudaban completamente, le untaban en todo el cuerpo aceite de trementina y lo espolvoreaban con oro en polvo, de tal manera que su cuerpo quedaba totalmente dorado. Luego se subía en la balsa, en la cual iba de pie, y a sus pies ponían un gran montón de tunjos de oro (figurillas que representaban a los dioses) y esmeraldas, como ofrendas para los dioses. En la balsa entraban los cuatro principales Uzaques (nobles de sangre pura), también desnudos, y cada cual llevaba su ofrecimiento. 

Reproducción en oro de la balsa de la ceremonia
Una vez que partía la balsa, muchos hombres que estaban en la orilla comenzaban a tocar instrumentos musicales: cornetas, fotutos, entre otros, y todos los asistentes aclamaban al Psihipqua hasta que la balsa llegaba al centro de la laguna. En ese momento, se alzaba una bandera, que hacía la señal para el silencio. Entonces el Psihipqua hacía su ofrecimiento a los dioses, arrojando todo el oro y las esmeraldas a la laguna, y los Uzaques que iban con él hacían lo mismo con sus ofrecimientos. Después, el Psihipqua se sumergía en el agua para que el oro en polvo se desprendiera también como ofrecimiento a los dioses. Cuando acababan, se bajaba la bandera, que durante el ofrecimiento había permanecido alzada, y partiendo la balsa de nuevo hacia la orilla, se alzaba un griterío con música y danzas alrededor de la laguna, con lo que quedaba investido el nuevo Zipa.

(Tenemos un relato tan detallado de esta ceremonia gracias a la descripción que hizo, en 1636, el cronista bogotano Juan Rodríguez Freyle en su libro "Conquista y Descubrimiento del Nuevo Reino de Granada")

La laguna de Guatavita se encuentra a unos 60 km al noreste de Bogotá, a 3.100 metros sobre el nivel del mar, y tiene una extensión de unas 20 hectáreas. Se alimenta principalmente por las corrientes subterráneas de agua que se forman por la vegetación del subpáramo. Varias especies de alga le dan su color verdoso. El agua es ligeramente alcalina.

Hubo varios intentos de drenar la laguna para hallar sus tesoros ocultos. Los buscadores de tesoros abrieron un boquete en la parte nororiental de la estructura geológica, con el que se trató de desaguar la laguna. El primer saqueador en intentar obtener tesoros de la laguna fue el capitán Lázaro Fonte, quien extrajo varias piezas de oro. Hernán Pérez de Quesada, hermano de Gonzalo, logró reducir el nivel del agua y obtuvo algunos objetos de oro en las orillas. Posteriormente, en 1562, Antonio de Sepúlveda recibió unas capitulaciones del rey Felipe II autorizando la exploración de la laguna durante un período de ocho años. Este es uno de los párrafos del escrito: 

"Primeramente mandaremos dar cédula y privilegio, para que vos o quien vuestro poder hubiese, y no otro alguno, podáis sacar de la laguna, para vos o para quien vos quisierais, todo el oro y plata, perlas, piedras preciosas y otras cualesquier cosas, aunque sean de poca estimación que en ella hallareis, con el artificio que os pareciere ahora, sea desaguando la laguna o sacando con otros ingenios lo que en ella hubiere y que para este efecto, vos o quien vuestro poder hubiere, y no otro alguno, podáis estacar la dicha laguna toda alrededor por junto al agua, para que la tengáis y poseáis así estacada para el efecto arriba dicho, por tiempo y espacio de ocho años, los cuales corran y se cuenten desde el día en que comenzareis a poner mano en la saca o estacada".

Parece que, pese a todos sus esfuerzos, no lograron sacar de la laguna más que las piezas que, efectivamente, se habían volcado durante las ceremonias de proclamación de los nuevos Zipas. Que no eran pocas, pero que no era lo que se esperaba de la mítica Eldorado. 

La leyenda, por tanto, no se extinguió, sino que, como ya hemos visto en esta serie de posts, cambió de destino, fijando su objetivo más hacia el interior de la región amazónica. 

Hacia allí partió, en 1560, la famosa expedición del navarro Pedro de Ursúa (1526-1561) y el vasco Lope de Aguirre (1510-1561), popularizada por las películas "Aguirre, la cólera de Dios", dirigida por Werner Herzog (1972) y "El Dorado", por Carlos Saura (1988).

La idea era continuar la exploración del extremeño Francisco de Orellana (1511-1546) que años antes, en 1542, había descubierto el Amazonas, y ver si, por algún recóndito paraje de la selva podían, por fin, llegar a Eldorado. 

Partieron de Santa Cruz de Capocovar, al norte del Perú, en las orillas del río Moyobamba, un afluente del Hullaga, que, a su vez, desemboca en el Marañón y, desde ahí, al Amazonas. En Santa Cruz construyeron las naves para la expedición y reunió a 300 españoles, 500 indios y algunas decenas de esclavos negros. Se embarcaron en dos bergantines, dos barcazas chatas y unas cuantas balsas y canoas. El desastroso resultado de la expedición es conocido... las luchas por el poder y los egos y ambiciones personales dejaron en un segundo plano el objetivo primario de la aventura. 

Unos años más tarde, Gonzalo Jiménez de Quesada, que ya tenía casi 60 años, recibió el encargo de organizar una nueva expedición en busca de Eldorado. 

Jiménez de Quesada
en su edad madura.
Obra del pintor colombiano
Luis Alberto Acuña
Copio de la Wikipedia: "Partió de Bogotá en abril de 1569 con 400 españoles, 1.500 nativos, 1.100 caballos y 8 sacerdotes. Cruzando el Páramo del Sumapaz por la ruta de Nicolás Federmann descendió a Mesetas en el alto del río Guejar. Allí la mayor parte del ganado fue destruido por la quema de la pradera. La expedición se dirigió a San Juan de los Llanos, donde el guía Pedro Soleto definió que el curso a seguir sería el suroriente y dicha dirección se mantuvo durante dos años.

Después de un año, poco más o menos, algunos hombres regresaron con Juan Maldonado y la expedición volvió a San Juan después de seis meses con pocos sobrevivientes. Por último, llegaría a San Fernando de Atabapo, en la confluencia entre el Guaviare y el Orinoco, en diciembre de 1571, pero no pudo avanzar, ya que para esto se requería la construcción de barcos.

Por lo tanto debió regresar derrotado a Santa Fe en diciembre de 1572 con tan solo 64 españoles, 4 nativos, 18 caballos y dos sacerdotes. La expedición fue uno de los más caros desastres registrados y luego de un breve período de servicio en el comando de la frontera, Quesada se retiró a Suesca con lo que pudo salvar de su fortuna". 
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Parece que con esta aventura se cerró el capítulo de las grandes expediciones a la búsqueda infructuosa de Eldorado. Después de los descubrimientos de las inmensas reservas de plata en Potosí (Perú) y en Zacatecas (México), fue este metal el que ganó interés y protagonismo en el tráfico de metales preciosos hacia la metrópoli.
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4 comentarios:

  1. En la Postdata1 de mi comentario anterior (ver “Cíbola y Quivira”) ya señalé que los indios enviaban a los conquistadores a lo profundo de la selva y los pantanos con historias sobre fabulosos tesoros y que les funcionó muy bien. Esta estrategia fue copiada por los gobernantes españoles más avispados, pues les era fácil convencer a quienes les causaban mayores problemas, los conquistadores más pendencieros y a la vez menos inteligentes, de que merecían ser ricos tras sus esfuerzos en América y de que lo tenían al alcance de la mano, porque les dejarían matar a quienes se opusieran.
    El caso de mayor impacto fue el del conquense Don Andrés Hurtado de Mendoza y Fernández de Bobadilla, segundo marqués de Cañete, nombrado tercer virrey del Perú. Al llegar tenía una misión, la reconquista de Chile, un territorio rico en oro, pero con indígenas muy bravos. Seleccionó a 700 conquistadores, los mejores (entre ellos al autor del poema épico “La Araucana”) y los envió al mando de su propio hijo. Como había otros que le causaban serios problemas les propuso una campaña mucho más atractiva, “La Jornada de Eldorado”, a cuyo frente puso a un sanguinario Pedro de Ursúa, al que ya había usado para acabar con los negros cimarrones al mando de 70 criminales sacados de las mazmorras. No le asignó hombres, dejando que él los reclutara entre los de su misma calaña y así no sospecharon el verdadero objetivo del virrey, que se cumplió casi a la perfección, pues apenas un puñado logró sobrevivir (quien desee profundizar puede ver las dos películas que se citan en el post, pero sabiendo que son “ficción basada en hechos reales”). Por tanto, considerar que esta expedición fue un fracaso o un éxito depende bastante del partido político al que uno vote.

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  2. Fabuloso, Ángel. Gracias por la trilogía

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  3. Excelente trabajo Angel, gracias por mostrarlo tan ameno. Un fuerte abrazo

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  4. Con este post he completado mi primera lección de amerindiñol (mezcla de amerindio y español). He aprendido: muiscas, Guatavita, cundiboyacense, Zipazgo, Zacazgo, Psihipqua, güechas, chyquy, tunjos, Uzaques, Capocovar, Atabapo, Guaviare.
    Lástima que se termine la trilogía y tenga que esperar para la segunda lección; pero Ángel seguro que nos volverá a sorprender y tendré que abordar otro curso diferente por un post de Curios.

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